LAS OPERACIONES DEL ESPÍRITU SANTO EN GENERAL

TRANSICIÓN A LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO

Así como ya lo hemos declarado en lo que precede, al pasar de la Cristo-logia a la Soteriología pasamos de lo objetivo a lo subjetivo, de la obra que Dios ejecuta para nosotros en Cristo y que en su aspecto sacrificatorio es un trabajo ya terminado, a la obra que El ejecuta en el transcurso del tiempo en los corazones y las vidas de los creyentes; y en la cual a ellos se les permite, y se espera de ellos, que cooperen.
 Y en la construcción de esta doctrina, también, debemos ser dirigidos por la Escritura. El Dr. Bavinck llama la atención a una dificultad que surge aquí, puesto que la Biblia parece enseñar por una parte que toda la obra de redención está ejecutada en Cristo, de manera que ya nada le queda al hombre que hacer; y por otra parte, que lo que en verdad es decisivo debe todavía ser cumplido en y por medio del hombre.
La enseñanza de la Biblia respecto al camino de redención parece ser autosotérica a la vez que heterosotérica. Por lo mismo es necesario ponerse en guardia en contra de toda unilateralidad y evitar por una parte, la Escila del nomismo, tal como aparece en el pelagianismo, el semipelagianismo, el arminianismo y el neonomismo, y por la otra, la Caribdis del antinomianismo en la forma en que alzó la cabeza, algunas veces como una doctrina específica y otras como una mera tendencia doctrinal, en algunas de las sectas, tal como la de los nicolaítas los gnósticos alejandrinos, los Hermanos del Espíritu Libre, los anabaptistas del tipo más fanático, los seguidores de Agrícola, los moravos y algunos de los Hermanos de Plymouth.
El nomismo niega la soberana elección de Dios por medio de la cual El ha determinado de manera infalible, no sobre la base de una, actitud vista de antemano o de obras de hombres, sino de acuerdo con su buena voluntad, quienes quiere que se salven y quienes no quiere que se salven ; rechaza la idea de que Cristo mediante su muerte expiatoria, no sólo hizo posible la salvación, sino que en verdad la aseguró para todos aquellos por quienes puso su vida, de modo que la vida eterna es, en el sentido más absoluto de la palabra, un don gratuito de Dios y al concederlo, para nada tomó en consideración los méritos humanos ; y sostiene que el hombre puede salvarse sin la ayuda de la gracia renovadora (pelagianismo), o que puede cumplirse esto con la ayuda de la gracia divina (pelagianismo o arminianismo).
Por otra parte, el antinomianismo, del que algunas veces se dice que es visto favorablemente por el hyper Calvinismo, sostiene que la imputación de nuestros pecados a Cristo lo convirtió a Él en un pecador en persona, y que la aplicación de su justicia a nosotros nos convierte en justos en persona, de modo que Dios ya no puede ver más pecado en nosotros; que la unión de los creyentes con Cristo es una "unión de identidad" y los convierte a ellos, en todos sentidos, en uno con El; que la obra del Espíritu Santo es muy superflua, puesto que la redención del pecador quedó cumplida en la cruz, o una declaración más extrema que la obra de Cristo también era innecesaria, puesto que todo el asunto quedó solucionado en el decreto eterno de Dios; que el pecador está justificado con la resurrección de Cristo o todavía más, en el consejo de redención, y por tanto, no necesita justificación por la fe, o que lo que recibe en esto es nada más una declaración respecto a una justificación ya ejecutada ; y que los creyentes están libres de la ley, no sólo considerada ésta como una condición de pacto de obras, sino también como una regla de vida. Aparentemente niega la personalidad y la obra del Espíritu Santo, y en algunos casos, hasta niega la expiación objetiva por medio de Cristo.
Tanto la expiación como la justificación son desde la eternidad. El pecador arrepentido procede en forma equivocada cuando se funda en la hipótesis de que Dios está enojado con él, y todo lo que necesita es nada más información sobre ese punto. Además, debe comprender que cualesquiera que sean los pecados que comete ya no pueden perjudicar la posición que él guarda delante de Dios.
La Escritura nos enseña a reconocer una determinada economía en la obra de creación y en la de redención y nos autoriza para hablar del Padre y de nuestra creación, del Hijo y de nuestra redención, y del Espíritu Santo y nuestra santificación. El Espíritu Santo no tiene, nada más, una personalidad propia, sino también un mérito distinto de trabajo; y por tanto, deberíamos distinguir entre la obra de Cristo al ganar la salvación para nosotros, y la obra del Espíritu Santo al aplicárnosla.
Cristo cumplió con las demandas de la justicia divina y mereció todas las bendiciones que abarca la salvación. Pero su obra no está terminada todavía. El continúa en el cielo con el propósito de colocar a aquellos por quienes puso su vida en posesión de todo lo que para ellos alcanzó con sus méritos. Aun la obra de aplicación es una obra de Cristo, pero la cumple por medio de la agencia del Espíritu Santo.
Aunque esta obra sobresale en la economía de la redención como la obra del Espíritu Santo, no puede, ni por un momento, separarse de la obra de Cristo. Tiene sus raíces en la obra redentora de Jesucristo y lleva esto hasta su término, pero no sin la cooperación de los sujetos de redención. Cristo mismo destacó esta estrecha relación cuando dijo: "Pero cuando venga el Espíritu de Verdad El os guiará a toda la verdad porque no hablará por su propia cuenta sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará porque tomará de lo mío, y os lo hará saber", Juan 16: 13, 14.
OPERACIONES GENERALES Y ESPECIALES DEL ESPÍRITU SANTO
La Escritura demuestra con claridad que no todas las operaciones del Espíritu Santo son parte esencial de la obra salvadora de Jesucristo. Precisamente como el Hijo de Dios es no sólo el Mediador de la redención sino también el Mediador de la creación, así el Espíritu Santo, según se presenta en la Escritura, obra no sólo en la obra de redención, sino también en la obra de creación. Como es natural, la Soteriología se refiere nada más a su trabajo redentor, pero para que éste se entienda correctamente es deseable, en alto grado, tomar en cuenta sus operaciones generales.
LAS OPERACIONES GENERALES DEL ESPÍRITU SANTO
Es un hecho bien sabido que las distinciones trinitarias no están reveladas en forma muy clara en el Antiguo Testamento como lo están en el Nuevo. El término "Espíritu de Dios" tal como se emplea en el Antiguo Testamento, no siempre denota a una persona y aun lo s casos en los que la idea personal está expresada con Maridad no siempre señala en forma específica a la tercera persona de la Santa Trinidad.
Algunas veces el término se usa figuradamente para denotar el aliento de Dios, Job 32: 8; Sal 33: 6, y en algunos ejemplos es tan sólo un sinónimo de "Dios", Sal 139: 7, 8; Isa. 40: 13, sirve con mucha frecuencia para designar el poder de la vida, el principio que causa la vida de las criaturas, y que es de una manera única, peculiar a Dios. El Espíritu que mora en las escrituras y del que depende por completo su existencia, viene de Dios y las ata a Dios, Job 32: 8; 33: 4; 34: 14, 15; Sal 104: 29; Isa. 42: 5. A Dios se le llama el "Dios (o "Padre") de los espíritus de toda carne", Núm. 16: 22; 27: 16; Heb. 12: 9. En algunos de estos casos es por completo evidente que el Espíritu de Dios no es un mero poder sino una persona.
El pasaje principal en el que se menciona al Espíritu, Gen 1: 2; llama ya la atención a esta función de dar vida, y esto está particularizado en relación con la creación del hombre, Gen 2: 7. El Espíritu de Dios genera la vida y lleva la obra creativa de Dios a cumplimiento, Job 33: 4; 34: 14, 15; Sal 104: 29, 30; Isa. 42: 5. Con toda evidencia se desprende del Antiguo Testamento que el origen de la vida, su mantenimiento y su desarrollo dependen de la operación del Espíritu Santo. Retirar al Espíritu significa muerte.
Las manifestaciones extraordinarias de poder, hazañas de fortaleza y osadía, también se atribuyen al Espíritu de Dios. Los jueces que Dios levantaba para la liberación de Israel eran, con toda evidencia, hombres de considerable capacidad y de no vulgar arrojo y fortaleza, pero el secreto verdadero de sus hazañas no estaba en ellos mismos, sino en el poder sobrenatural que venía sobre ellos. Se dice repetidas veces que el Espíritu de Jehová vino (con poder) sobre ellos", Jueces 3: 10; 6:34; 11: 29; 13: 25; 14: 6, 19; 15: 14.
Fue el Espíritu de Dios el que los capacitó para lograr la liberación del pueblo. Hay también un reconocimiento claro de la operación del Espíritu Santo en la esfera intelectual. Eliú habla de esto cuando dice: "Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda", Job 32: 8. La penetración intelectual, o la capacidad para entender los problemas de la vida, se atribuyen a una influencia iluminadora del Espíritu Santo, Ex 28: 3; 31: 3; 35: 30; y sigs. Hombres determinados, caracterizados por dones especiales, fueron capacitados para hacer la más fina obra que se habla de manufacturar en relación con la construcción del tabernáculo y el adorno de las vestiduras sacerdotales, compárese también Neh. 9: 20.
De nuevo, se presenta el Espíritu capacitando a hombres para varios oficios. El Espíritu vino y descansó sobre los setenta que habían sido designados para ayudar a Moisés en el gobierno y en la administración de justicia del pueblo de Israel, Núm. 11: 17, 25, 26.
Estos recibieron por un tiempo el Espíritu de profecía para probar su llamamiento. Josué fue elegido como el sucesor de Moisés, porque tenía el Espíritu del Señor, Núm. 27: 18.
Cuando Saúl y David fueron ungidos como reyes, el Espíritu del Señor vino sobre ellos, capacitándolos para tan importante trabajo, I Sam 10: 6, 10; 16: 13, 14. Por último, el Espíritu de Dios también obró con claridad en los profetas como el Espíritu de revelación.
David dice: "El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua", II Sam 23: 2. Nehemías testifica en Neh. 9: 30: "Les soportaste por muchos años y les testificaste con tu Espíritu por medio de tus profetas pero no escucharon. Ezequiel habla de una visión por el Espíritu de Jehová, 11: 24, y en Zac. 7: 12 leemos: "Y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros", compárese también I Rey. 22: 24; I Ped. 1: 11; II Ped. 1: 21.
LA RELACIÓN ENTRE LAS OPERACIONES GENERALES Y LAS ESPECIALES DEL ESPÍRITU SANTO
Hay una cierta similaridad entre las operaciones generales y las especiales del Espíritu Santo. Mediante sus operaciones generales El da origen a toda clase de vida orgánica, intelectual y moral, y la mantiene, la fortalece y la guía. Hace esto de diferentes maneras y en armonía con los objetos respectivos. Algo parecido tiene que decirse de su operación especial. En la esfera redentora también da origen a la vida nueva, la hace fructificar y la guía en su desarrollo, conduciéndola a su destino.
Pero a pesar de esta similaridad, hay, no obstante, una diferencia esencial entre las operaciones del Espíritu Santo en la esfera de la creación y aquellas que corresponden a la esfera de la redención o re-creación. En la primera El da origen, mantiene, desarrolla y guía la vida de la creación natural, restringe las actuales, deteriorantes y devastadoras influencias del pecado en las vidas de los hombres y de la sociedad, y capacita a los individuos para mantener cierto orden y decoro en la vida de comunidad, para que hagan lo que exteriormente es bueno y recto en sus relaciones mutuas, y para que desenvuelvan los talentos con los que fueron capacitados en la creación.
Por otra parte, en la esfera recreativa El da origen, mantiene, desarrolla y conduce la vida nueva que nace de arriba, se nutre de arriba y que será perfeccionada arriba, una vida que en principio es de carácter celestial aunque sea vivida sobre la tierra. Por medio de esta operación especial el Espíritu Santo domina y destruye el poder del pecado, renueva al hombre a la imagen de Dios y lo capacita para prestar obediencia espiritual a Dios, para ser la sal de la tierra, luz del mundo, y levadura espiritual en cada esfera de la vida.
Aunque la obra del Espíritu Santo en la creación tiene por lo general, sin duda alguna, cierta significación independiente, no obstante, ha sido convertida en subordinada en la obra de redención. La vida entera del elegido, que también precede a su nuevo nacimiento, ha sido determinada y gobernada por Dios con un propósito dirigido hacia su destino final. La vida natural de los elegidos está regulada de tal manera que cuando ya está renovada responde al propósito de Dios.
EL ESPÍRITU SANTO COMO EL DISPENSADOR DE LA GRACIA DIVINA
De la manera en que el pacto en el que Dios hizo provisión para la salvación de los pecadores se llama de gracia, y de la manera en que el Mediador del pacto se dice que apareció "lleno de gracia" de tal manera que podemos recibir de su plenitud "gracia por gracia", Juan 1: 16, 17, de la misma manera también el Espíritu Santo se llama "el Espíritu de gracia"; puesto que El toma de "la gracia de Cristo" y nos la confiere.
EL USO BÍBLICO DEL TERMINO "GRACIA"
La palabra "gracia" no siempre se usa en la Escritura con el mismo sentido, sino con una variedad de significados. En el Antiguo Testamento tenemos la palabra chen (adjetivo chanun), de la raíz chanan. El nombre puede denotar plenitud de gracia o de belleza, Prov. 22: 11; 31: 30; pero, por lo general, las más de las veces significa favor o buena voluntad.
El Antiguo Testamento habla repetidas veces de hallar favor en los ojos de Dios o del hombre. La benevolencia así encontrada lleva consigo la concesión de gracias o bendiciones. Esto significa que la gracia no es una cualidad abstracta, sino más bien una activa, un principio operante, que se manifiesta en actos de benevolencia, Gen 6: 8; 19: 19; 33: 15; Ex 33: 12; 34: 9; I Sam 1: 18; 27: 5; Ester 2: 7.
La idea fundamental es que las bendiciones concedidas por gracia son las que se proporcionan en forma gratuita, y no en consideración a algún derecho o mérito. La palabra del Nuevo Testamento charis, de chairein, "regocijarse", denota ante todo una agradable apariencia externa, "amabilidad", "agrado", "aceptación", y ese significado tiene en Luc. 4: 22; Col. 4: 6. No obstante, un significado más notable de la palabra, es el de favor o buena voluntad, Luc. 1: 30; 2: 40, 52; Hech. 2: 47; 7: 46; 24: 27; 25: 9.
Puede denotar la bondad o benevolencia de nuestro Señor, II Cor. 8: 9; o el favor manifestado o proporcionado por Dios, II Cor. 9: 8 (refiriéndose a bendiciones materiales); I Ped. 5: 10. Además, la palabra expresa la emoción despertada en el corazón de aquel que recibe un favor tan grande, y de esta manera adquiere el significado de "gratitud" o "agradecimiento", Luc. 4: 22; I Cor. 10: 30; 15: 57; II Cor. 2: 14; 8: 16; I Tim. 1: 12. No obstante, en la mayor parte de los pasajes en los que la palabra charis se usa en el Nuevo Testamento significa la operación inmerecida de Dios en el corazón del hombre, efectuada mediante la agencia del Espíritu Santo.
Aunque algunas veces hablamos de gracia como de una cualidad inherente, es en realidad la comunicación activa de las bendiciones divinas mediante el trabajo interno del Espíritu Santo procedentes de la plenitud de Aquel que está "lleno de gracia y de verdad", Rom. 3 : 24; 5: 2, 15, 17, 20; 6 : 1; I Cor. 1 : 4; II Cor. 6 : 1 ; 8 : 9 ; Ef. 1 : 7 ; 2 : 5, 8 ; 3 : 7 ; I Ped. 3: 7; 5: 12.
LA GRACIA DE DIOS EN LA OBRA DE REDENCIÓN
Una discusión de la gracia de Dios en relación con la obra de redención llama de nuevo a la consideración de varias distinciones que debemos recordar.
1. En primer lugar la gracia es un atributo de Dios, una de sus perfecciones divinas. Es el inmerecido favor o amor de Dios, amor gratuito y soberano para el hombre en su estado de pecado y culpa, que se manifiesta en el perdón del pecado y en la liberación de la pena merecida. Está relacionada con la misericordia de Dios tal como se distingue de su justicia. Esto es gracia redentora en el sentido más fundamental de la palabra. Es la última causa del propósito electivo de Dios de la justificación de los pecadores y de su renovación espiritual; y la prolífica fuente de todas las bendiciones espirituales y eternas.
2. En segundo lugar el término "gracia" se usa como una designación de la provisión objetiva que Dios hizo en Cristo para la salvación del hombre. Cristo como el Mediador es el receptáculo viviente de la gracia de Dios. "El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad", Juan 1: 14. Pablo recuerda la aparición de Cristo, cuando dice: "Porque la gracia de Dios se ha manifestado trayendo salvación para' todos los hombres", Tito 2: 11. Pero el término se aplica no sólo a lo que es Cristo sino también a todo lo que El mereció para los pecadores. Cuando el Apóstol habla repetidas veces, en las salutaciones finales de sus Epístolas, de "la gracia de nuestro Señor Jesucristo", recuerda la gracia de la que Cristo es la causa que la mereció. Juan dice: "La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo", Juan 1: 17. Compárese también Ef. 2: 7.
3. En tercer lugar la palabra "gracia" se usa para designar el favor de Dios tal como se manifestó en la aplicación de la obra de redención por medio del Espíritu Santo. La palabra gracia se aplica al perdón que recibimos en la justificación, un perdón dado por Dios como regalo, Rom. 3: 24; 5: 2, 21; Tito 3: 15. Pero en adición a eso, es también un nombre comprensivo para todos los dones de la gracia de Dios, las bendiciones de la salvación y las gracias espirituales que son producidas en los corazones y en las vidas de los creyentes por medio de la operación del Espíritu Santo, Hech. 11: 23; 18: 27; Rom. 5: 17; I Cor. 15: 10; II Cor. 9: 14; Ef. 4: 7; Sant. 4: 5, 6; I Ped. 3: 7.
Además, hay indicaciones claras del hecho de que no es una mera cualidad pasiva, sino también una fuerza activa, un poder, ese algo que opera en el creyente, I Cor. 15: 10; II Cor. 12: 9; II Tim. 2: 1. En este sentido de la palabra viene siendo algo así como un sinónimo para el Espíritu Santo, de manera que hay poca diferencia entre "estar lleno de Espíritu Santo" y "estar lleno de gracia y de poder" como leemos en Hech. 6: 5 y 8. El Espíritu Santo se llama "Espíritu de gracia en Heb. 10: 29. La doctrina de la gracia se desarrolló en la iglesia relacionada de manera especial con las enseñanzas de la Biblia respecto a la aplicación de la gracia de Dios al pecador por medio del Espíritu Santo.
LA DOCTRINA DE LA GRACIA EN LA IGLESIA
Las enseñanzas de la Escritura respecto a la gracia de Dios acentúan el hecho de que Dios distribuye sus bendiciones a los hombres de una manera gratuita y soberana y no en consideración hacia algún mérito inherente de los hombres; que los hombres deben todas las bendiciones de la vida a un Dios benévolo, paciente y magnánimo; y especialmente que todas las bendiciones de la operación de salvación son dadas por Dios como regalo y en ningún sentido quedan determinadas por supuestos méritos del hombre.
Esto lo expresa con claridad San Pablo en las siguientes palabras: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros mismos pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe", Ef. 2: 8, 9. Con firmeza acentúa el hecho de que la salvación no se consigue por medio de obras, Rom. 3: 20-28; 4: 16; Gál. 2: 16.
Esta doctrina no continuó del todo sin ser atacada. En algunos de los Padres primitivos de la Iglesia, y en forma particular entre los de la Iglesia de Oriente, nos encontrarnos ya con una tendencia de moralismo que no está en armonía con el énfasis paulino. La tendencia que se hizo notable en aquel sector de la Iglesia culminó por último en pelagianismo. El concepto pelagiano acerca de la gracia era bastante raro. Según Wiggers, Pelagio entendía que la gracia era:
1. "El poder de hacer el bien (possibilitas boni), y por tanto, de modo especial, una voluntad propia libre".
2. "La revelación, la ley y el ejemplo de Cristo por medio de los cuales la práctica de la virtud se hace más fácil para el hombre".
3. "Nuestro ser hecho como para poder abstenerse del pecado por nuestra propia voluntad; en la ayuda que Dios nos da de su ley y de sus mandatos, y en su perdón de los pecados previos de aquellos que se vuelven a Él".
4. Las influencias sobrenaturales sobre el cristiano, por medio de las cuales su entendimiento queda iluminado, y la práctica de la virtud se convierte para él en cosa fácil".
No reconoció Pelagio ninguna operación directa del Espíritu de Dios sobre la voluntad del hombre, sino nada más una operación indirecta sobre la voluntad, por medio de la conciencia iluminada. En este concepto, la operación de la gracia de Dios era principal, aunque no exclusivamente, externa y natural. En oposición al concepto pelagiano, el de Agustín se designa con frecuencia como "la teología de gracia".
Aunque Agustín admitió que la palabra "gracia" podía ser usada en un sentido más amplio (gracia natural), y que hasta en el estado de integridad era la gracia de Dios la que hacía posible para Adán retener su justicia, el énfasis principal de Agustín está siempre sobre la gracia de Dios para el hombre caído, considerándola como el don que se manifiesta en el perdón del pecado y en la renovación y santificación de la naturaleza humana.
En vista de la depravación total del hombre, Agustín consideraba esta gracia como necesaria en absoluto para la salvación. Se producía en el hombre mediante la operación del Espíritu Santo que habita y opera en el elegido, y que es el principio de todas las bendiciones de la salvación. Distinguió entre la gracia operante o preventiva, y la cooperante o subsecuente.
La primera capacita a la voluntad para escoger el bien, y la última coopera con la ya capacitada voluntad, para hacer el bien. En su lucha contra el semipelagianismo Agustín acentuó el carácter del todo gratuito e irresistible de la gracia de Dios.
En las luchas subsiguientes la doctrina agustiniana de la gracia obtuvo nada más triunfos parciales. Seeberg se expresa de la manera siguiente: "De este modo la doctrina de 'la gracia sola' salió victoriosa; pero la doctrina agustiniana de la predestinación fue abandonada. La gracia irresistible de la predestinación fue desalojada del campo mediante la gracia sacramental del bautismo".
Durante la Edad Media los escolásticos dieron considerable atención al tema de la gracia, pero no siempre convinieron en cuanto a los detalles de la doctrina. Algunos se acercaron al concepto agustiniano de la gracia, y otros al concepto semipelagiano. En general, puede decirse que concibieron la gracia como mediada por los sacramentos, y que trataron de combinar con la doctrina de la gracia una doctrina del mérito que comprometió gravemente a la primera.
El énfasis no se puso sobre la gracia como el favor de Dios mostrado hacia los pecadores, sino sobre la gracia como una cualidad del alma, que puede considerarse tanto increada (es decir, como el Espíritu Santo), o como creada en, y operada en los corazones de los hombres mediante el Espíritu Santo. Esta gracia infusa es básica para el desarrollo de las virtudes cristianas y capacita al hombre para adquirir méritos con Dios, para merecer gracia posterior aunque no puede merecer la gracia de la perseverancia. Esta sólo puede obtenerse como un don gratuito de Dios. Los escolásticos no sostuvieron como Agustín la relación lógica entre la doctrina de la gracia y la doctrina de la predestinación.
Los reformadores retrocedieron hasta el concepto agustiniano de la gracia, pero evitaron su sacramentalismo. Pusieron el énfasis una vez más sobre la gracia como el favor inmerecido de Dios mostrado a los pecadores, y la representaron en forma que excluyó todos los méritos de parte del pecador. Dice Meato:
"El término gracia que según el pensamiento de Agustín daba a entender el ejercicio interno del amor, despertado mediante las operaciones del Espíritu Santo (Rom. 5: 5) y que en la teología escolástica había llegado a denotar una cualidad del alma o los dones internos, y los hábitos infusos de la fe, amor y esperanza, se tomó ahora en un sentido más bíblico y amplio, como el favor gratuito y eficaz que está en la mente divina".
Aunque los reformadores usaron el término gracia en relación con la justificación, en otras relaciones usaron con frecuencia la frase, "la obra del Espíritu Santo", en lugar del término gracia. Aunque todos ellos acentúan la gracia en el sentido de la obra infusa y salvadora del Espíritu Santo, Calvino desarrolló en forma especial la idea de la gracia común, es decir, una gracia que aunque es la expresión del favor de Dios no tiene efecto salvador.
De acuerdo con el espléndido estudio dogmático histórico del Dr. H. Kuyper, Calvin on Common Grace, Calvino distinguió estas tres clases de gracia común, es decir, la gracia común universal, la gracia común general y la gracia común del pacto. Los arminianos se apartaron de la doctrina de la Reforma en este punto. Según ellos, Dios da suficiente gracia (común) a todos los hombres, y por tanto los capacita para el arrepentimiento y la fe.
Si la voluntad humana concurre o coopera con el Espíritu Santo, y el hombre verdaderamente se arrepiente y cree, Dios le confiere la gracia posterior de la obediencia evangélica y la gracia de la perseverancia. De esta manera la obra de la' gracia de Dios se hizo depender del consentimiento de la voluntad del hombre. No hay tal cosa como la gracia irresistible.
Dice Meato en la obra ya citada: "Se sostenía que cada quien podía obedecer o resistir; que la causa de la conversión no era el Espíritu Santo, sino más bien la voluntad humana que concurre o coopera; y que esta era la causa inmediata de la conversión". Amiraldus, de la Escuela de Saumur, en verdad no avanzó en la posición arminiana mediante su hipótesis relacionada con el decreto general de Dios, de que el pecador aunque despojado de habilidad moral tiene, no obstante, la capacidad natural para creer, una distinción desafortunada, que también fue introducida a Nueva Inglaterra por Edwards, Bellamy y Fuller.
Pajon, un discípulo de Amiraldus negó la necesidad de la obra del Espíritu Santo para la iluminación interna de los pecadores, para lograr su conversión salvadora. La única cosa que él consideraba necesaria era que el entendimiento que ya tiene en sí mismo suficientes ideas claras, fuera herido por la luz de la revelación externa.
El Obispo Warburton en su obra acerca de The Doctrine of Grace, or the Office and Operations of the Holy Spirit no sabe de alguna gracia salvadora en el sentido en que se acepta la palabra, sino que limita la palabra "gracia" a las operaciones extraordinarias del Espíritu en la época apostólica.
Y Junckheim en su obra importante niega el carácter sobrenatural de la obra de Dios en la conversión del pecador y afirma que el poder moral de la palabra lo hizo todo. El Avivamiento Metodista en Inglaterra y el Gran Avivamiento en los Estados Unidos de América trajeron consigo una restauración de la doctrina de la gracia salvadora, aunque en algunos casos salpicada más o menos con arminianismo.
Para Schleiermacher el problema de la culpa del pecado en realidad no existía, puesto que negaba la existencia objetiva de la culpa. Y en consecuencia sabe poco o nada de la gracia salvadora de Dios. Dice Mackintosh:
"Esta verdad central bíblica (de la misericordia divina para los pecadores) Schleiermacher la pasa, en su mayor parte, en silencio, o la menciona nada más de una manera indiferente que demuestra cuán poco la entiende".
La doctrina de la gracia divina también está por necesidad obscurecida en la teología de Albrecht Ritschl. Y debe decirse que es también característico de toda la teología moderna amplitudista221 haber perdido de vista la necesidad de la gracia salvadora de Dios, poniendo énfasis sobre la bondad el hombre. La palabra "gracia" ha desaparecido por grados de lo escrito y hablado por muchos teólogos, y muchos del pueblo común de la actualidad no le dan otro significado al término que el de gratitud o bondad.
El mismo Otto llama la atención a ello en su obra, The Idea of the Holy, en donde dice que el pueblo deja de sentir el significado más profundo de la palabra. La teología de crisis merece el debido crédito por haber acentuado de nuevo la necesidad de la gracia divina con el resultado de que la palabra ha entrado en uso, una vez más.
PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿Sobre qué elementos del ordo salutis cayó el énfasis en los primeros tres siglos?
2. ¿Hasta dónde revelan estos siglos un deslizamiento hacia el moralismo y el ceremonialismo?
3. ¿Cómo se entendía la doctrina de la justificación?
4. ¿Cómo la concibió Agustín?
5. ¿Cuál era su concepto de la fe?
6. ¿Cuántas clases de gracia distingue Agustín?
7. El sistema de Agustín ¿excluía de la gracia todo mérito?
8. ¿Concebía Agustín la gracia salvadora como susceptible de perderse?
9. ¿Qué factores favorecieron el desarrollo de la doctrina de las buenas obras?
10. ¿Cómo explicaban los escolásticos la doctrina de la justificación?
11. ¿Qué valor tenía el ordo salutis en las manos de los antinomianos?
12. ¿Cómo la concibieron los racionalistas y los pietistas neonomianos?
13. ¿Qué otras operaciones aparte de las salvadoras se atribuyen al Espíritu Santo en la Escritura?
14. ¿Cuáles son los diferentes significados de la palabra 'gracia' en la Escritura?
15. ¿Qué es lo que designa en relación con la obra de redención?

16. ¿Qué relación histórica hay entre las doctrinas de la libre voluntad y de la gracia?