¿CÓMO DEBEMOS ENTENDER Y UTILIZAR DONES ESPIRITUALES ESPECÍFICOS?
EXPLICACIÓN Y BASES
BÍBLICAS
En
este capítulo continuaremos desarrollando la discusión general sobre los dones
espirituales de los capítulos precedentes y examinaremos dones específicos con
más detalles. No consideraremos cada don mencionado en el Nuevo Testamento,
sino nos concentraremos en varios dones que no se comprenden bien o cuyo uso ha
suscitado alguna controversia hoy en día.
Por lo
tanto no examinaremos los dones cuyo significado y uso son evidentes de acuerdo
con el término empleado (tales como servir, animar, contribuir, mostrar
liderazgo, o mostrar misericordia), sino en su lugar nos concentraremos en
aquellos que forman parte de la lista siguiente, tomada en primer lugar de 1ª
Corintios 12: 28 y 12: 8-10:
1. profecía
2. enseñanza
3. milagros
4. sanidad
5. lenguas e interpretación
6. palabra de sabiduría/ palabra de conocimiento
7. discernir entre espíritus
A. PROFECÍA
Aunque
se han ofrecido varias definiciones del don de profecía, un examen reciente de
las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre este don mostrará que no debe
definirse como «predecir el futuro», no como (proclamar un mensaje del Señor)
sino más bien como «decir algo que Dios ha traído espontáneamente a la mente».
Los
primeros cuatro puntos del siguiente material apoya esta conclusión; los puntos
restantes tratan de otras consideraciones relativas a este don.
1. LAS CONTRAPARTES DEL NUEVO TESTAMENTO DE LOS PROFETAS DEL ANTIGUO
TESTAMENTO SON LOS APÓSTOLES DEL NUEVO TESTAMENTO.
Los
profetas del Antiguo Testamento tenían una sorprendente responsabilidad-fueron
capaces de hablar y escribir palabras que tenían autoridad divina absoluta.
Podían
decir; «Así dice el Señor», y las palabras que seguían eran las propias
palabras de Dios. Los profetas del Antiguo Testamento escribieron sus palabras
en la Escritura para todos los tiempos como palabras de Dios (veaNm22: 38; Dt
18: 18-20; Jer 1:9; Ez 2:7; y otros.). Por lo tanto, no creer o desobedecer las
palabras de un profeta era dudar de Dios o desobedecerlo (vea Dt 18: 19; 1ª S
8: 7; y R 20: 36; y muchos otros pasajes).
En el
Nuevo Testamento hubo también personas que pronunciaron y escribieron las
propias palabras de Dios y las registraron en la Escritura, pero puede que nos
sorprenda encontrar que Jesús ya no los llamaba «profetas» sino que utilizaba
un nuevo término, «apóstoles».
Los
apóstoles son la contrapartida en el Nuevo Testamento de los profetas del
Antiguo Testamento (vea 1ª Co 2:1 3; 2ª Co 13:3; Gá 1:8-9; 11-12; 1ª Ts 2:
13,4:8, 15; 2ª P 3: 2). Son los apóstoles, no los profetas, los que tienen
autoridad para dictar las palabras de las Escrituras del Nuevo Testamento.
Cuando
los apóstoles quieren establecer su autoridad única nunca apelan al título de
«profeta» sino más bien se llaman a sí mismos «apóstoles» (Ro 1: 1; 1ª Co 1: 1;
9:1-2; 2ª Co 1: 1; 11: 12-13; 12: 11-12; Gá 1:1; Ef. 1:1; 1ª P 1: 1; 2ª P 1: 1;
3:2; y otros.).
2. EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA PROFETA EN TIEMPOS DEL NUEVO TESTAMENTO.
¿Por
qué escogió Jesús el nuevo término apóstol para designar a aquellos que tenían
autoridad de dictar Escritura? Era probablemente porque la palabra griega
prophetes (profeta) en tiempos del Nuevo Testamento tenía una amplia gama de
significados.
Ella
no tenía por lo general el sentido de «aquel que habla las propias palabras de
Dios» sino más bien «aquel que habla sobre la base de alguna influencia
exterior» (a menudo algún tipo de influencia espiritual). Tito 1:12 utiliza la
palabra con este sentido, mientras Pablo cita al poeta griego Epiménides: «Fue
precisamente uno de sus profetas el que dijo: 'Los cretenses son siempre
mentirosos, malas bestias, glotones perezosos'». Los soldados que se burlaron
de Jesús parece que también utilizaron la palabra profetiza de esta manera,
cuando vendaron los ojos de Jesús y cruelmente demandaron, «¡Profetiza! ¿Quién
es el que te golpeó?» (Lc 22:64).
Ellos
no trataban de decir: «Habla palabras de absoluta autoridad divina», sino:
«Dinos algo que te haya sido revelado» (Jn 4: 19).
Muchos
escritos fuera de la Biblia utilizan la palabra profeta (Gr. prophetes) de esa
manera, sin atribuirle ninguna autoridad divina a las palabras del llamado
«profeta». De hecho, en tiempos del Nuevo Testamento el término profeta en su
uso cotidiano simplemente significaba «aquel que tiene un conocimiento
sobrenatural» o Varios autores han diferido de mi interpretación del don de
profecía.
Para
otros puntos de vista de la posición ofrecida en este capítulo, vea Richard
Gaffin, «aquel que predice el futuro»-o aun solo el «vocero» (sin ninguna
connotación de autoridad divina). Helmut Kramer ofrece varios ejemplos de
tiempos cercanos al Nuevo Testamento en un artículo del Theological Dictionary
ofthe New Testament: z
Un
mósofo es llamado «un profeta de naturaleza inmortal» (Dio Chrysostom, d.C.
40-120)
Un
maestro (Diógenes) quiere ser «un profeta de la verdad y el candor» (Luciano de
Samosata, d.C. 120-180)
Aquellos
que abogan por la filosofía epicúrea son llamados «profetas de Epicuro»
(Plutarco, d.C. 50-120)
La
historia escrita es llamada «la profetiza e la verdad» (Diodoro Siculus,
escribió cerca de 60-30 a. c.)
Un
especialista en botánica es llamado un profeta (Dioscurides de Cilicia, primer
siglo d. c.)
Un
«curandero» en el campo de la medicina es llamado un profeta (Galeno de
Pérgamo, d. c. 129-199)
Kramer
concluye que la palabra griega para «profeta» (profetes) «simplemente expresa
la función formal de declarar, proclamar, dar a conocer». Pero, debido a que
«todo profeta declara algo que no es suyo», la palabra griega para «heraldo»
(keryx) «es el sinónimo más cercano».'
Por
supuesto, las palabras profeta y profecía fueron a veces utilizadas en relación
con los apóstoles en contextos que enfatizaban la influencia externa (del
Espíritu Santo) bajo el cual ellos hablaban (así en Ap 1: 3; 22:7; y Ef. 2: 20;
3: 5): pero esta no era la terminología ordinaria utilizada para referirse a
los apóstoles, ni los términos profeta y profecía implican en sí mismos
autoridad divina para sus palabras o escritos.
Mucho
más comúnmente, las palabras profeta y profecía se utilizaban para referirse a
cristianos ordinarios que no hablaban con autoridad divina absoluta, sino
simplemente reportaban algo que Dios había puesto en sus corazones o traído a
sus mentes.
Hay
muchas indicaciones en el Nuevo Testamento que este don de profecía ordinario
tenía menos autoridad que la Biblia, y aun menos que las enseñanzas bíblicas
reconocidas en la iglesia primitiva, como se hace evidente en la sección
siguiente.
NOTA: Sostengo una larga discusión sobre Ef2:20 en
The Gift of Profeeyin theNew Testamentand Today, pp. 45-63, en la que alego que
Pablo dice que la iglesia «está asentada sobre el fundamento de los
apóstoles-profetas» (o de «apóstoles
que también son profetas»). Esta es una traducción
gramaticalmente aceptable de ton apostolon kai propheton. Como tal, el pasaje
se refiere a los apóstoles, a quienes se reveló el misterio de la inclusión de
los gentiles en la iglesia (vea Ef3:5, que especifica que este misterio «ahora
es revelado a sus santos apóstoles y profetas [o «apóstoles- profetas» o,
«apóstoles que también son profetas»] por el Espíritu»).
No pienso que Efesios 2:20 tenga mucha relevancia
en relación con toda la discusión sobre la naturaleza del don de profecía. Ya
sea que veamos aquí, como yo veo, un grupo (de apóstoles-profetas) o dos
grupos, como Richard Gaffin y varios otros ven (de apóstoles y profetas), todos
estamos de acuerdo que estos profetas son aquellos que proveyeron el fundamento
de la iglesia, y por lo tanto, estos son profetas que pronunciaron las palabras
infalibles de Dios.
En lo que discordamos es en el asunto de si este
versículo describe el carácter de todos los que tenían el don de profecía en
las iglesias del Nuevo Testamento. No veo una prueba convincente de que este
describe a todos los que profetizaban en la iglesia primitiva. Antes bien, el
contexto claramente señala a un grupo muy limitado de profetas que eran:
(A) Parte del verdadero fundamento de la iglesia:
(B) Intimamente conectado con los apóstoles. Y:
(C) Receptores de la revelación de Dios que los
gentiles eran miembros de la iglesia iguales que los judíos (Ef. 3: 5).
Tanto si decimos que este grupo eran solo los
apóstoles, como si era un pequeño grupo de profetas íntimamente asociados con
los apóstoles que decían cosas con calidad de Escritura, todavía nos quedamos
con la imagen de un único grupo muy pequeño de personas que proveen el
fundamento de esta iglesia universal.
3. INDICACIONES QUE LOS «PROFETAS» NO HABLABAN CON IGUAL AUTORIDAD QUE LAS
PALABRAS DE LA ESCRITURA.
A. HECHOS 21:4:
En
Hechos 21 :4, leemos de los discípulos de Tiro: (Ellos, por medio del Espíritu,
exhortaron a Pablo a que no subiera a Jerusalén). Esto parece ser una profecía
dirigida a Pablo, ¡pero Pablo la desobedeció! Él nunca hubiera hecho esto si
esta profecía contuviera las propias palabras de Dios y tuviera igual autoridad
que las Escrituras.
B. HECHOS 21:10-11:
Entonces
en Hechos 21: 10-11, Agabo profetizó que los judíos de Jerusalén atarían a
Pablo y 10 entregarían «a manos de los gentiles», una predicción que estuvo
cercana a ser correcta pero no del todo: los romanos, no los judíos,
encadenaron a Pablo (v. 33; también 22: 29),' y los judíos, en lugar de
entregarlo voluntariamente, trataron de matarlo y hubo que rescatarlo a la
fuerza (v. 32):
La
predicción no estuvo muy equivocada, pero tenía inexactitudes de detalle que
habrían cuestionado la validez de cualquier profeta del Antiguo Testamento. Por
otro lado, este texto podría explicarse perfectamente suponiendo que Agabo
había tenido una visión de Pablo como prisionero de los romanos en Jerusalén,
rodeado de una colérica turba de judíos.
Su
propia interpretación de esa «visión» o (revelación) del Espíritu Santo habría
sido que los judíos habían atado y entregado a Pablo a los romanos, y eso es lo
que Agabo habría (algo erróneamente) profetizado.
Esto
es exactamente el tipo de profecía fallida que se adecuaría a la definición de
profecía de las congregaciones del Nuevo Testamento propuesta arriba comunica
en nuestras propias palabras algo que Dios nos ha traído espontáneamente a la
mente.
Una
objeción a este punto de vista es decir que la profecía de Agabo de hecho se
cumplió y que aun Pablo lo reporta en Hechos 28: 17: «Me arrestaron en
Jerusalén y me entregaron a los romanos».'
Pero
el propio versículo no apoyaría esa interpretación. El texto griego de Hechos
28: 17 se refiere explícitamente a que Pablo fue sacado de Jerusalén como
prisionero'
Por lo
tanto la declaración de Pablo describe su transferencia fuera del sistema
judicial judío (los judíos buscaban traerlo de nuevo para que compareciera ante
el Sanedrín en Hch 23: 15, 20) Y dentro del sistema judicial romano en Cesarea
(Hch 23;23-35).
Por
consiguiente Pablo dice correctamente en Hechos 28:18 que los mismos romanos en
cuyas manos lo habían entregado como prisionero (v. 17) fueron aquellos que
(Gr. hoitines, v. 18) «me interrogaron y quisieron soltarme por no ser yo
culpable de ningún delito que mereciera la muerte» (Hch 28: 18; 23 : 29;
también 25: 11,18-19; 26: 31-32). Entonces Pablo añade que cuando los judíos se
opusieron él se vio obligado «a apelar al emperador» (Hch 28:19; cf. 25:11).
Toda
esta narración de Hechos 28:17-19 se refiere a la transferencia de Pablo de
Jerusalén a Cesarea de Hechos 23: 12-35, Y explica a los judíos de Roma porqué
Pablo está bajo custodia romana. La narración no se refiere en absoluto a
Hechos 21: 27-36 y la escena de la turba cerca del templo de Jerusalén. Así que
esta objeción no es convincente.
El
versículo no apunta a ninguna de las dos caras de la profecía de Agabo; no
menciona que los judíos ataron a Pablo, ni tampoco que lo entregaron a los
romanos.
De
hecho, este se refiere a la escena de (Hch 23: 12-35); una vez más habían
acabado de arrebatar a Pablo por la fuerza de manos de los judíos (Hch 23: 10)
y, muy ajenos de buscar entregarlo a los romanos, éstos esperaban matarlo en
una emboscada (Hch 23: 13-15).
Otra
objeción a mi interpretación de Hechos 21: 10-11 es decir que los judíos no
tenían realmente que atar a Pablo y entregarlo en manos de los gentiles para
que la profecía de Agabo fuera cierta, porque los judíos eran responsables de
estas actividades aun si no las hubieran llevado a cabo.
Robert
Thomas dice: «Es algo común hablar de la parte o partes responsables de
ejecutar un acto aunque él o ellos puede que no hayan sido los agentes
inmediatos»: Thomas cita ejemplos similares de Hechos 2: 23 (cuando Pedro dice
que los judíos crucificaron a Cristo, aunque en realidad lo hicieron los
romanos) y Juan 19:1 (Donde leemos que Pilato azotó a Jesús (RVR), cuando sin
duda sus soldados llevaron a cabo la acción). Thomas concluye que en
consecuencia: «Los judíos fueron los que encadenaron a Pablo exactamente como
Agabo predijo».
En
respuesta, estoy de acuerdo en que la Biblia puede decir que alguien hace algo
aunque el que ejecuta el acto es el agente de esa persona. Pero en cada caso la
persona que se dice comete el acto desea que el acto se cometa y da las órdenes
para que otros lo hagan. Pilato ordenó a sus soldados azotar a Jesús.
Los
judíos demandaron enérgicamente que los romanos crucificaran a Cristo. Por
contraste, en la situación de la captura de Pablo en Jerusalén, no hay tal
paralelo. Los judíos no ordenaron que Jesús fuera encadenado pero los romanos
lo hicieron: «El comandante se abrió paso, lo arrestó y ordenó que lo sujetaran
con dos cadenas (Hch 21: 33). Y de hecho la forma paralela del discurso se
halla aquí, porque, aunque el comandante ordenó encadenar a Pablo, más adelante
leemos que «al darse cuenta que Pablo era ciudadano romano, el comandante mismo
se asustó de haberlo encadenado» (Hch 22: 29).
Así
que este relato si habla de la atadura como realizada por ambos, ya sea por el
agente responsable o por la gente que la llevó a cabo, pero en los dos casos se
trata de romanos, no de judíos. En resumen, esta objeción dice que los judíos
encadenaron a Pablo. Pero Hechos dice dos veces que los romanos lo encadenaron.
Esta objeción dice que los judíos entregaron a Pablo a los gentiles.
Pero
Hechos dice que rehusaron violentamente entregarlo, de manera que tuvo que ser
tomado por la fuerza. La objeción no se ajusta a las palabras del texto.
NOTA: En ambos versículos Lucas utiliza el mismo
verbo griego (deo) que Agabo había utilizado para predecir que los judíos
atarían a Pablo.
EI verbo que Agabo utilizó (paradidomi), «entregar,
traspasan» tiene el sentido de entregar voluntariamente, consciente,
deliberadamente, o traspasar algo a otro. Este es el sentido que tiene en las
otras 119 instancias de la palabra en el Nuevo Testamento. Pero este sentido no
es cierto con respecto al tratamiento de Pablo por los judíos: ¡ellos no
entregaron voluntariamente a Pablo a los romanos!
La traducción de la NVI: «Me arrestaron en
Jerusalén y me entregaron a los Romanos», escamotea por completo la idea
(requerida por el texto griego) de que lo entregaron fuera de (ex)Jerusalén, y
elimina la idea de que lo entregaron como prisionero (gr. desmios), añadiendo
en su lugar la idea de que lo arrestaron en Jerusalén, un acontecimiento que no
se menciona en el texto griego de este versículo.
C. 1ª TESALONICENSES 5: 9-21:
Pablo
dice a los tesalonicenses: «No desprecien las profecías, sométanlo todo a
prueba, aférrense a lo bueno» (1 Ts 5:20-21). Si los tesalonicenses hubieran
pensado que la profecía se equiparaba a la Palabra de Dios en autoridad, nunca
habría tenido que decir a los tesalonicenses que no la despreciaran.
Ellos
«recibieron» y «aceptaron» la Palabra de Dios «con la alegría que infunde el
Espíritu Santo» (1ª Ts 1: 6; 2: 13; 4: 15). Pero cuando Pablo les dice que lo
sometan «todo a prueba» ello debe incluir por lo menos las profecías que
menciona en la frase previa. Pablo implica que las profecías contienen algunas
cosas buenas y algunas cosas que no son buenas cuando los anima a aferrarse «a
lo bueno». Esto es algo que nunca pudo haberse dicho de las palabras de un
profeta del Antiguo Testamento, o de las autorizadas enseñanzas de un apóstol
del Nuevo Testamento.
D. 1 CORINTIOS 14:29-38:
Más
amplias pruebas de las profecías del Nuevo Testamento se hallan en 1ª Corintios
14. Cuando Pablo dice: «Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás
juzguen (1ª Co 14: 29), sugiere que deben escuchar atentamente y entresacar lo
bueno de lo malo, aceptando un poco y rechazando el resto (porque esto es lo
que implica la palabra griega diakrino, que aquí se traduce «y los demás
juzguen»).
No
podemos imaginar que un profeta del Antiguo Testamento como Isaías hubiera
dicho: «Entresaquen lo bueno de lo malo, lo que han aceptado de lo que no deben
aceptar!» Si la profecía tiene autoridad divina absoluta, sería pecado hacer
esto. Pero aquí Pablo ordena que se haga, lo que sugiere que la profecía del
Nuevo Testamento no tiene la autoridad de las verdaderas palabras de Dios.
En 1
Corintios 14:30, Pablo permite que un profeta interrumpa a otro: «Si alguien
que está sentado recibe una revelación, el que esté hablando ceda la palabra.
Así
todos pueden profetizar por turno». Otra vez, si los profetas hubieran estado
proclamando las verdaderas palabras de Dios, de valor igual que la Escritura,
se hace dificil imaginar que Pablo haya dicho que deben ser interrumpidos sin
permitírseles terminar su mensaje. Pero eso es lo que ordena.
Pablo
sugiere que nadie en Corinto, una iglesia que tenía mucha profecía, podía
expresar verdaderas palabras de Dios. En 1ª Corintios 14: 36, dice: «¿Acaso la
palabra de Dios procedió de ustedes? ¿O son ustedes los únicos que la han
recibido?
Entonces,
en los versículos 37 y 38, proclama que tiene una autoridad mucho mayor que
cualquier profeta de Corinto: «Si alguno se cree profeta o espiritual,
reconozca que esto que les escribo es mandato del Señor. Si no lo reconoce,
tampoco él será reconocido».
Todos
estos pasajes indican que la popular idea que los profetas hablaban «las
palabras del Señor» cuando los apóstoles no estaban presentes en las iglesias
de los primeros tiempos es simplemente incorrecta.
NOTA: Vea
abajo, sobre la cuestión de la frase introductoria de Agabo: «Así dice el Espíritu
Santo».
Las instrucciones de Pablo son diferentes a las del
documento cristiano temprano conocido como la Didache, que le dice a las
personas, «no prueben ni examinen a ningún profeta que habla en un espíritu (o:
en el Espíritu) (capítulo 11). Pero la Didache dice varias cosas que son
contrarias a la doctrina del Nuevo Testamento (vea W. Grudem, The Gift of
Prophecy in the New Testament and Today).
E. PREPARATIVOS APOSTÓLICOS
PARA LA AUSENCIA DE ÉSTOS:
Además
de los versículos que hemos considerado hasta ahora, otro tipo de evidencia
sugiere que los profetas de las congregaciones del Nuevo Testamento hablaban
con menos autoridad que los apóstoles del Nuevo Testamento o las Escrituras: el
problema de los herederos de los apóstoles se resuelve no instando a los
cristianos a escuchar a los profetas (aun cuando había profetas a su alrededor)
sino apuntando a las Escrituras.
Así
que Pablo, al final de su vida, hace énfasis en usar «bien la palabra de
verdad» (2ª Ti 2:1 5), y «toda Escritura» inspirada por Dios, «útil para
enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2ª Ti 3:
16). A Judas urge a sus lectores a seguir «luchando vigorosamente por la fe
encomendada una vez por todas a los santos» Judas 3).
Pedro,
al final de su vida, anima a sus lectores a «prestar atención» a la Escritura,
que es «como una lámpara que brilla en un lugar oscuro» (2ª P 1: 19-20), y les
recuerda las enseñanzas del apóstol Pablo «en todas sus epístolas» (2ª P 3:
16). En ningún lugar leemos exhortaciones a «escuchar a los profetas en sus
iglesias» o a «obedecer las palabras del Señor dadas por sus profetas», etc.
Pero
ciertamente hubo profetas que profetizaban en muchas congregaciones locales
tras la muerte de los apóstoles. Parece que no tenían la misma autoridad que
los apóstoles, y los autores de la Escritura lo sabían. La conclusión es que
las profecías de hoy tampoco son «palabra de Dios».
4. ¿CÓMO DEBERÍAMOS HABLAR SOBRE LA AUTORIDAD DE LA PROFECÍA HOY?
De
manera que las profecías en la iglesia de hoy deben considerarse meras palabras
humanas, no palabra de Dios, y no palabras de igual autoridad a la palabra de
Dios. ¿Pero esta conclusión está en pugna con las prácticas y enseñanzas
carismáticas actuales?
Pienso
que está en conflicto con muchas prácticas carismáticas, pero no con la mayoría
de las enseñanzas carismáticas.
La
mayoría de los maestros carismáticos de hoy estarían de acuerdo en que la
profecía contemporánea no tiene la misma autoridad que la Escritura. Aunque
algunos hablarían de la profecía como que es «la palabra de Dios» para hoy, hay
un consenso casi uniforme entre todas las secciones del movimiento carismático
de que la profecía es imperfecta e impura, y que contendría elementos en los
que no se debe confiar u obedecer.
NOTA: La NIV traduce: «¿Acaso la palabra de Dios
procedió de ustedes?» El apóstol se da cuenta que ellos deben admitir que la
Palabra de Dios no procedió de ellos por lo tanto, sus profetas no pueden haber
estado pronunciando palabras de Dios de autoridad igual que la de las
Escrituras.
Por
ejemplo, Bruce Yocum, autor de un libro carismático sobre la profecía
ampliamente utilizado, escribe: «La profecía puede ser impura- nuestros propios
pensamientos o ideas pueden mezclarse con el mensaje que recibimos-ya sea que
recibamos las palabras directamente o que solo recibamos el sentido del
mensaje».
Pero
debe decirse que en la práctica actual se deriva mucha confusión del hábito de
prologar las profecías con la usual frase del Antiguo Testamento: «Así dice el
Señor» (una frase que nunca se pronuncia en el Nuevo Testamento por ninguno de
los profetas de las iglesias del Nuevo Testamento).
Esto
es desafortunado, porque da la impresión que las frases que siguen son las
verdaderas palabras de Dios, en tanto que el Nuevo Testamento no justifica esa
posición y, cuando se hace énfasis en ellas, la mayoría de los voceros
carismáticos responsables en todo caso no desearían invocarlas para cada parte
de sus profecías. De manera que no se ganaría ni se perdería mucho si se
desechara esa frase introductoria.
Ahora,
es verdad que Agabo usa una frase similar (Así dice el Espíritu Santo) en
Hechos 21: 11, pero las mismas palabras (Gr. tadelegei) se utilizan parlas
autores cristianos para introducir justo en tiempos del Nuevo Testamento
paráfrasis muy generales o interpretaciones muy ampliadas de lo que se reporta
(así Ignacio, Epístola a los de Filadelfia 7: 1-2 [alrededor de 208 d.C.]. La
frase puede que signifique aparentemente: «Esto es en general (o
aproximadamente) lo que nos dice el Espíritu Santo».
Si
alguien realmente piensa que Dios le pone algo en la mente que debe comunicarse
a la congregación, no hay nada equivocado en decir: «Pienso que el Señor pone
en mi mente esto» o Me parece que el Señor nos muestra» o alguna expresión
similar. Por supuesto, eso no suena tan «contundente» como: «Así dice el Señor,
pero si el mensaje viene realmente de Dios, el Espíritu Santo hará que ello
suene con gran poder para los corazones de aquellos que necesitan escuchar.
5. UNA «REVELACIÓN» ESPONTÁNEA HIZO DE LA PROFECÍA DIFERENTE DE OTROS
DONES.
Si la
profecía no contiene las verdaderas palabras de Dios, ¿qué es entonces? ¿En qué
sentido ella viene de Dios?
Pablo
indica que Dios puede traer algo espontáneamente a la mente de manera que la
persona que profetiza lo comunicaría en sus propias palabras. Pablo llama esto
una «revelación»: «Si alguien que está sentado recibe una revelación, el que
esté hablando ceda la palabra. Así todos pueden profetizar por turno» (1ª Co
14: 30-31).
Aquí
él utiliza la palabra revelación en un sentido más amplio que la forma técnica
utilizada por los teólogos para referirse a las palabras de la Escritura- pero
el Nuevo Testamento usa en todas partes el término revelar o revelación en este
sentido más amplio de comunicación con Dios que no da lugar a la redacción de
Escritura o a palabras de igual autoridad a la Escritura (vea Fil3:15; Ro 1:
18; Ef 1: 17; Mt 11: 27).
Pablo
se refería simplemente a algo que Dios ponía de pronto en la mente, o algo que
Dios podía imprimir en la conciencia de alguien de tal manera que la persona
tuviera la sensación que ello venía de Dios. Puede que el pensamiento que se
suscita en la mente sea sorprendentemente diferente al curso de los
pensamientos de la propia persona, o que esté acompañado por un vivo sentido de
urgencia o persistencia, o que de alguna otra manera le dé a la persona una
percepción asaz clara de que viene del Señor.
De esa
manera, si entra uno que no cree cuando todos profetizan, «los secretos de su
corazón quedarán al descubierto. Así que se postrará ante Dios, y lo adorará,
exclamando: «¡Realmente Dios está entre ustedes!» (1ª Co 14: 25). He escuchado
un informe de este acontecimiento en una iglesia bautista de Estados Unidos que
claramente no es carismática.
Un
orador misionero hizo una pausa en medio de su mensaje y dijo algo como esto:
«No planifiqué decir esto pero parece que el Señor indica que alguien en esta
iglesia acaba de separarse de su mujer y su familia. Si ello es así, déjeme
decirle que Dios quiere que usted vuelva a ellos y aprenda a seguir las normas
de Dios para la vida familiar».
El misionero
no lo sabía, pero en el balcón no iluminado se sentó un hombre que había
entrado a la iglesia momentos antes por primera vez en su vida. La descripción
se adecuaba a él exactamente, y él se dio a conocer, reconoció su pecado, y
comenzó a buscar a Dios.
Profecía
De
esta forma, la profecía sirve como una «señal» para los creyentes (1ª Co 14:
22)-es una clara demostración de que Dios obra en su medio, una «señal» de las
bendiciones que Dios dispensa a la congregación. Y como también obrará para la
conversión de los incrédulos, Pablo anima a utilizar este don cuando «entran
algunos que no entienden o no creen» (1ª Co 14: 33).
Muchos
cristianos en todos los períodos de la iglesia han experimentado o escuchado de
eventos similares-por ejemplo, una petición no planeada pero urgente puede
haberse hecho para orar por ciertos misioneros en Nigeria. Entonces, mucho
después, aquellos que oraban descubrieron que justo en ese momento los
misioneros habían sufrido un accidente automovilístico o estaban en un instante
de intenso conflicto espiritual, y habían necesitado esas oraciones.
Pablo
llamaría la sensación o intuición de esas cosas una «revelación», y la
comunicación a la congregación de ese aviso de Dios sería llamado «profecía».
Puede que en ella haya elementos de la propia cosecha o interpretación del que
habla y que ciertamente esta necesite evaluación y prueba, pero aún así cumple
una valiosa función en la iglesia.
NOTA: Aunque argumentamos arriba que la autoridad
de la profecía en la iglesia del Nuevo Testamento es muy diferente a la
autoridad de la profecía canónica del Antiguo Testamento, esto no significa que
todo lo relacionado con la profecía del Nuevo Testamento tiene que ser
diferente. En relación con la forma en la que llega la revelación al profeta,
puede que no se trate de palabras o ideas que le vienen a la mente, sino
también de imágenes mentales (o «visiones», Hch 2: 17) y sueños (Hch 2: 17).
6. LA DIFERENCIA ENTRE PROFECÍA Y ENSEÑANZA.
Hasta
donde podamos asegurar, toda «profecía» en el Nuevo Testamento estaba basada
sobre este tipo de inspiración espontánea del Espíritu Santo (cf. Hch 11:28;
21:4, 10-11; y note las ideas de profecía bosquejadas en Lc 7: 39; 22: 63-64;
Jn 4: 19; 11: 51). A menos que una persona reciba una espontánea «revelación»
de Dios, ahí no hay profecía.
Por
contraste, ningún discurso humano que se llame «enseñanza» o que un «maestro»
pronuncie, o que se describa por el verbo «enseñan>, nunca se dice en el
Nuevo Testamento que esté basado en una revelación. Antes bien, «enseñanza» es
a menudo simplemente una explicación o aplicación de la Escritura (Hch 15: 35;
18: 11,24-28; Ro 2: 21; 15: 4; Col 3: 16; Heb 5: 12) o una repetición o
explicación de instrucciones apostólicas (Ro 16:17; 2 Ti 2:2; 3:10, y otros).
Es lo que hoy llamaríamos «enseñanza bíblica» o «predicación».
Así
que, la profecía tiene menos autoridad que la «enseñanza», y las profecías
deben estar siempre sujetas en la iglesia a la autorizada enseñanza de la
Escritura. A Timoteo no se le dijo que profetizara las instrucciones de Pablo a
la iglesia; se le dijo que las enseñara (1ª Ti 4: 11; 6: 2). Pablo no profetizó
su manera de vivir en cada iglesia; él lo enseñó (1ª Co 4: 17).
A los
tesalonicenses no se les dijo que se mantuvieran fieles las tradiciones que les
fueron «profetizadas» sino a las tradiciones que les fueron «enseñadas» por
Pablo (2ª Ts 2: 15). Al contrario de algunos puntos de vista, fueron maestros,
no profetas, los que ofrecieron liderazgo y dirección a las iglesias
primitivas.
Por
consiguiente, entre los ancianos estaban los que dedicaban «sus esfuerzos a la
predicación y a la enseñanza» (1ª Ti 5: 17), y un obispo debía ser «capaz de
enseñar» (1ª Ti 3: 2; Tit 1: 9)-pero nada se dice de ancianos cuyo trabajo
fuera profetizar, ni tampoco se dice nunca que un anciano debe ser un «profeta
apto» o que los ancianos deben «ser fieles a las sanas profecías». En su
función de liderazgo Timoteo cuidar de su conducta y de su «enseñanza» (1ª Ti
4: 16), pero nunca se le dice que cuide sus profecías. Santiago advirtió que
aquellos que enseñan, no que profetizan, serían juzgados con más severidad (Stg
3: 1).
En el
Nuevo Testamento, la tarea de interpretar y aplicar las Escrituras se llama,
entonces, «enseñanza». Aunque unos cuantos han aducido que los profetas en las
iglesias del Nuevo Testamento ofrecieron interpretaciones de las Escrituras del
Antiguo Testamento «carismáticamente inspiradas», esa alegación no ha sido muy
persuasiva, fundamentalmente porque es dificil encontrar en el Nuevo Testamento
algún ejemplo convincente en el que la categoría de «profeta» se use para
referirse a alguien envuelto en este tipo de actividad.
Así
que la distinción es bastante clara: si un mensaje es producto de una reflexión
consciente sobre el texto de la Escritura, que contiene una interpretación del
texto y una aplicación a la vida, entonces esto es (en términos del Nuevo
Testamento) una enseñanza. Pero si un mensaje es la comunicación de algo que
Dios nos pone de pronto en la mente, entonces esto es una profecía. Y por supuesto,
aun las enseñanzas preparadas pueden ser interrumpidas por material adicional
no preparado que el maestro de 1a Biblia siente que Dios pone de pronto en su
mente- en ese caso, esto será una «enseñanza» mezclada con un elemento de
profecía.
NOTA: No obstante, debemos advertir a las personas
que el mero hecho de que una «revelación» parezca sobrenatural (y que incluso
pueda contener una información sorprendentemente exacta) no garantiza que un
mensaje sea una verdadera profecía de Dios, pues los falsos profetas pueden
«profetizar» bajo influencia demoníaca. (Vea el cap. 20, sobre el hecho que los
demonios pueden conocer acerca de actividades ocultas o conversaciones privadas
en nuestras vidas, aun cuando no pueden conocer el futuro ni leer nuestros pensamientos.)
Juan advierte que «han salido por el mundo muchos falsos profetas» (1 Jn 4: 1),
Yo frece pruebas de la verdadera doctrina para distinguirlos (vv. 1-6), y dice
que «el mundo los escucha» (v. 5).
Otras marcas de los falsos profetas pueden hallarse
en 2Juan 7-9 (que niegan la encamación y no se someten a la doctrina de
Cristo); Mateo 7:15-20 «Por sus frutos lo conocerán» (v. 16); Mateo 24: 11 (que
engañarán a muchos); y Mateo 24:24 (harán grandes señales y milagros para
engañar, de ser posible; aun a los elegidos). Por otro lado, 1 Corintios 12:3
parece decimos que no debemos pensar que los cristianos genuinos serán falsos
profetas, que hablan por el poder de los demonios (vea la discusión de 1ª Co
12: 3), y Juan 4: 4 le asegura a los cristianos que «el que está en ustedes es
más poderoso que el que está en el mundo».
7. OBJECIÓN: ESTO HACE LA PROFECÍA «DEMASIADO SUBJETIVA».
En
este punto algunos han objetado que esperar por tales «recordatorios» de Dios
es un proceso «demasiado subjetivo». Pero en respuesta puede decirse que, para
la salud de la iglesia, ¡la gente que a menudo hace esta objeción es la que más
necesita este proceso subjetivo en sus propias vidas cristianas! Este don
requiere esperar en el Señor, escucharlo, oír sus recordatorios en nuestros
corazones.
Lo que
más necesitan los cristianos que son del todo evangélicos, sanos
doctrinalmente, intelectuales y «objetivos», es probablemente la fuerte
influencia estabilizadora de una relación «subjetiva» más vital con el Señor en
la vida cotidiana. Y estas personas son también aquellas que tienen menos
probabilidades de Ser conducidas a error, porque ya hacen gran énfasis en
apoyarse firmemente en la Palabra de Dios.
Aunque
existe el peligro contrario de una excesiva confianza en las impresiones
subjetivas para orientarse, y es claro que contra eso hay que cuidarse. Las
personas que buscan continuamente «mensajes» subjetivos de Dios para que guíen
sus vidas deben ser advertidas que la orientación personal subjetiva no es una
función primaria de la profecía del Nuevo Testamento. Ellos necesitan hacer
mucho más énfasis en la Escritura y en buscar la probada sabiduría de Dios
escrita ahí.
Muchos
autores carismáticos estarían de acuerdo con esta advertencia, como indican las
siguientes citas: Michael Harper (un pastor carismático anglicano):
Las
profecías que les dicen a otros lo que deben hacer-deben ser contempladas con
gran sospecha.
Donald
Gee (Asambleas de Dios):
Muchos De Nuestros Errores En Lo Que Concierne A Los Dones Espirituales
Se Originan Cuando Queremos Que Lo Extraordinario Y Excepcional Se Convierta En
Frecuente Y Habitual. Que Todos Los Que Desarrollan Un Excesivo Deseo De
«Mensajes» A Través De Los Dones Estén Advertidos Del Naufragio De Pasadas
Generaciones Así Como De Las Contemporáneas. Las Santas Escrituras Son Una
Lámpara A Nuestros Pies Y Una Luz En Nuestro Sendero.
Donald
Bridge (pastor carismático británico):
El Iluminado Encuentra Constantemente «Dios Le Dice» Que Haga Cosas. Los
Iluminados Son Frecuentemente Muy Sinceros, Muy Dedicados, Y Están Poseídos De
Una Dedicación Para Obedecer A Dios Que Avergüenza A Cristianos Más
Circunspectos.
No Obstante, Están Pisando Terreno Peligroso. Sus Antecesores Lo Han
Hollado Antes, Y Siempre Con Resultados Desastrosos A Largo Plazo. Sensaciones
Interiores Y Recordatorios Especiales Son Por Su Propia Naturaleza Subjetivos.
La Biblia Provee Nuestra Guía Objetiva.
8. LAS PROFECÍAS PUEDEN INCLUIR CUALQUIER CONTENIDO EDIFICADOR.
Los
ejemplos de profecías del Nuevo Testamento mencionados arriba muestran que la
idea de profecía solo como «predicciones del futuro» es ciertamente errónea.
Hubo algunas predicciones (Hch 11: 28; 21: 11), pero también hubo pecados que
quedaron al descubierto (1ª Co 14: 25). De hecho, pudo incluirse cualquier cosa
que edifica, pues Pablo dice: «el que profetiza habla a los demás para
edificarlos, animarlos y consolarlos» (1ª Co 14: 3). Otra indicación del valor
de la profecía era que ella podía hablar a las necesidades de los corazones de
las personas de una manera directa y espontánea.
9. MUCHAS PERSONAS PUEDEN PROFETIZAR EN LA CONGREGACIÓN.
Otro
gran beneficio de la profecía es que ella provee oportunidad de participación a
todos en la congregación, no solo a aquellos que son oradores hábiles o que
tienen dones para la enseñanza. Pablo dice que él quiere que «todos» los
corintios «profetizaran» (1ª Co 14: 5) y añade: «Todos pueden profetizar por
tumo, para que todos reciban instrucción y aliento» (1ª Co 14: 31). Esto no
significa que en realidad todo creyente será capaz de profetizar, pues Pablo
dice: «¿Son todos profetas?» (1ª Co 12: 29).
Pero
sí significa que cualquiera que reciba una «revelación» de Dios tiene permiso
de profetizar (dentro de las normas de Pablo), y esto sugiere que muchos lo
harán. A causa de esto, una mayor apertura al don de profecía podría ayudar a
superar la situación en la que muchos que asisten a nuestras iglesias son meros
espectadores y no participantes. Quizás contribuimos al problema de un
«cristianismo de espectadores » sofocando la obra del espíritu en esta área.
NOTA: Aquí Pablo indica que todo el que recibe una
revelación en el sentido que acaba de mencionarse en el v. 29 será capaz de
profetizar por tumos. Él no quiere decir que cada cristiano individual en
Corinto tiene el don de profecía.
En una iglesia grande, solo unos pocos serán
capaces de hablar cuando toda la iglesia está reunida, pues Pablo dice: «En
cuanto a los profetas, que hablen dos o tres» (1ª Co 14. 29). Pero muchos más
tendrán oportunidades de profetizar en reuniones más pequeñas en las casas.
10. DEBEMOS «DESEAR SERIAMENTE» PROFETIZAR.
Pablo
valoraba tanto este don que le dijo a los corintios: «Empéñense en seguir el
amor y ambicionen los dones espirituales, sobre todo el de profecía» (1ª Co 14:
1). Entonces, al final de su discusión de los dones espirituales, repitió:
«Así, que hermanos míos, ambicionen el don de profetizar» (1ª Co 14:39). Y
dijo: «El que profetiza edifica la iglesia» (1ª Co 14: 4).
Si
Pablo estaba ansioso porque el don de profecía funcionara en Corinto,
preocupado por la inmadurez, el egoísmo, las divisiones y otros problemas que
aquejaban a la iglesia, ¿no debemos entonces buscar enérgicamente este valioso
don en nuestras congregaciones hoy? Nosotros evangélicos que profesamos creer y
obedecer todo lo que la Escritura dice, ¿no debemos también creer y obedecer
esto? ¿Y que una mayor apertura al don de profecía quizá pueda ayudar a
corregir este peligroso desequilibrio en la vida de la iglesia, un
desequilibrio que se debe a que somos demasiado intelectuales, objetivos y
doctrinales?
11. ALENTAR Y REGULAR LA PROFECÍA EN LA IGLESIA LOCAL.
Por
último, si una iglesia comienza a alentar el uso de la profecía donde no se ha
utilizado antes, ¿qué debe hacer? ¿Cómo puede alentar este don sin caer en
abusos?
Para
todos los cristianos, y especialmente para pastores y otros que tienen
responsabilidades docentes, sería apropiado y sabio desde el punto de vista
pastoral dar varios pasos:
(1) Ore seriamente implorando la sabiduría del Señor sobre cómo y cuándo
abordar este tema en la iglesia.
(2) Se impartirán enseñanzas sobre este tema en los estudios bíblicos
regulares que la iglesia ya provee.
(3) La iglesia debe ser paciente y proceder despacio-los líderes de la
iglesia no deben ser «dominantes» (o «tiranos») (1 P 5:3), y un abordaje
paciente evitará ahuyentar a gente temerosa o alienarlas innecesariamente.
(4) La iglesia debe reconocer y alentar el don de profecía de la forma que
ya ha venido funcionando en la iglesia -en las reuniones de oración de la iglesia,
por ejemplo-, cuando alguien se ha sentido inusualmente «guiado» por el
Espíritu Santo a orar por algo, o cuando le ha parecido que el Espíritu Santo
le ha traído a la mente un himno o pasaje de la Escritura, o cuando sienta un
tono de sentido común o el enfoque específico en un momento de adoración u
oración en grupo.
Aun
los cristianos de iglesias no receptivas del don de profecía pueden por lo
menos ser sensibles a los impulsos del Espíritu Santo relacionados con aquello
por lo que se debe orar en las reuniones de oración de la iglesia, y que
entonces puede expresar esos impulsos en forma de una oración al Señor (lo que
podría llamarse una «oración profética»).
(5) Si se han seguido los primeros cuatro pasos, y si la congregación y su
liderazgo lo acepta, se podrían conceder algunas oportunidades a la práctica
del don de profecía en los cultos de adoración menos formales de la iglesia, o
en los grupos más pequeños de los hogares.
Si
esto se permite, aquellos que profeticen deben mantenerse dentro de las
directivas de la Escritura (1ª Co 14: 29-36), deben buscar genuinamente la
edificación de la iglesia y no su propio prestigio (1ª Co 14: 12,26), Y no debe
dominar la reunión o ser demasiado dramático o emocional en sus palabras (y así
atraer la atención hacia sí mismos en lugar de hacia el Señor).
Las
profecías se deben ciertamente evaluar de acuerdo con las enseñanzas de la
Escritura (1ª Co 14: 29-36; 1ª Ts 5: 19-21).
(6) Si el don de profecía comienza a ser utilizado en la iglesia, esta debe
poner aun más énfasis sobre valor inmensamente superior de la Escritura como la
fuente a la que pueden acudir los cristianos a escuchar la voz del Dios vivo.
La profecía es un don valioso, como lo son otros muchos dones, pero está en la
Escritura que es Dios y solo Dios quien nos habla con sus propias palabras, aun
hoy, y a lo largo de nuestras vidas.
En
lugar de esperar que en cada culto de adoración lo notable sea alguna palabra
de profecía, es necesario recordarle a los que utilizan el don de profecía que
debemos centrar nuestro gozo, nuestras expectativas, y nuestro deleite en el
propio Dios mientras él nos habla a través de la Biblia.
Allí
tenemos un tesoro de infinito valor: las verdaderas palabras de nuestro Creador
que nos habla en un lenguaje que podemos entender. y en lugar de buscar
frecuente orientación a través de la profecía, debemos hacer énfasis que es en
la Escritura donde podemos encontrar orientación para nuestras vidas.
En la
Escritura está nuestra fuente de directivas, nuestro foco cuando buscamos la
voluntad de Dios, nuestras normas completamente confiables y suficientes. Es de
las palabras de Dios en la Escritura que podemos decir confiados: «Tu palabra
es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero» (Sal 119: 105).
B. ENSEÑANZA
El don
de la enseñanza en el Nuevo Testamento es la habilidad de explicar la Escritura
y aplicarla a la vida de las personas. Esto se hace evidente en varios pasajes.
En
Hechos 15: 35, Pablo y Bernabé y «muchos otros» están en Antioquia enseñando y
anunciando la palabra del Señor». En Corinto, Pablo permaneció un año y medio
«enseñando entre el pueblo la palabra de Dios» (Hch 18: 11). Y los lectores de
la Epístola a los Hebreos, aunque deben haber sido maestros, necesitaban más
bien que alguien volviera a enseñarles «las verdades más elementales de la
palabra de Dios». (Heb 5: 12).
Pablo
les dice a los romanos que las palabras de las Escrituras del Antiguo
Testamento se escribieron «para enseñamos» (gr. didaskalia) (Ro 15: 4), y le
escribe a Timoteo que «toda Escritura» es «útil para enseñar didaskalia» (2ª Ti
3: 16).
Por
supuesto, si la «enseñanza» en la iglesia primitiva estaba basada muy a menudo
en las Escrituras del Antiguo Testamento, debe extrañar que también estuviera
basada en algo de igual autoridad que las Escrituras, o sea, en un cuerpo de
instrucciones apostólicas recibidas. Timoteo debía tomar la enseñanza que había
recibido de Pablo y encomendarla a hombres fieles que estuvieran capacitados
«para enseñar a otros» (2ª Ti 2: 2).
Y los
tesalonicenses debían mantenerse «fieles a las enseñanzas» que Pablo les
trasmitió (2ª Ts 2: 15). Lejos de estar basadas en una revelación espontánea
que vino durante el culto de adoración de la iglesia (como era la profecía),
este tipo de «enseñanza» era la repetición y explicación de una auténtica
lección apostólica.
Enseñar
lo contrario a las instrucciones de Pablo era enseñar una doctrina diferente o
herética (heterodidaskalo) «apartándose de la sana enseñanza de nuestro Señor
Jesucristo y de la doctrina que se ciñe a la verdadera religión» (1ª Ti 6:3),
De hecho, Pablo dijo que Timoteo debía recordarle a los corintios «cómo enseño
por todas partes, y en todas las iglesias» (1ª Co 4: 17).
Asimismo
le dice: «Encarga y enseña estas cosas» (1ª Ti 4: 11), y (esto es lo que debes
enseñar y recomiendan) (1ª Ti 6: 2), cuando habla de sus instrucciones a la
iglesia de Éfeso. Aunque esto no era profecía sino enseñanza que proveyó en
sentido primario (provenía de los apóstoles) las primeras normas doctrinales y
éticas que regulaban la iglesia. Y como aquellos que aprendieron de los
apóstoles también enseñaron, su enseñanza guió y dirigió las iglesias
locales."
De
manera que enseñar en términos de las epístolas del Nuevo Testamento consistía
en repetir y explicar las palabras de la Escritura (o las igualmente
autorizadas enseñanzas de Jesús y los apóstoles) y aplicarlas a los que
escuchaban. En las epístolas del Nuevo Testamento, «enseñar» es algo muy
parecido a lo que describe hoy nuestra frase «enseñanza bíblica».
C. MILAGROS
Justo
después de los apóstoles, los profetas y maestros, «luego los milagros» dice
Pablo (1ª Co 12: 28). Aunque muchos de los milagros que se ven en el Nuevo
Testamento fueron específicamente milagros de sanidad, Pablo menciona aquí la
sanidad como un don separado. Por lo tanto, en este contexto debía haber tenido
en mente algo diferente a la sanidad.
Debemos
recordar que la palabra castellana «milagros» puede que no nos acerque mucho a
lo que Pablo quería decir, pues el vocablo griego es simplemente la forma plural
de la palabra dynamis, «poder».2' Esto significa que el término puede referirse
a cualquier actividad en la que el gran poder de Dios es evidente.
Ello
puede incluir respuestas a la oración para liberarse de un peligro fisico (como
la liberación de los apóstoles de la cárcel en Hch 5: 19-20 o 12: 6-11), o
poderosas acciones de juicio sobre los enemigos del evangelio o aquellos que
requieren ser disciplinados dentro de la iglesia (vea Hch 5: 1-11; 13: 9-12), o
liberaciones milagrosas de una lesión (como con Pablo y la víbora en Hch 28:
3-6). Pero esas acciones del poder espiritual pueden incluir también poder para
triunfar sobre la oposición de un demonio (como en Hch 16: 18; Lc 10: 17).
Como
Pablo no define «obras milagrosas» de una forma más específica que esta,
podemos decir que el don de milagros debe incluir el accionar de un poder
divino que libera de un peligro, una intervención para atender necesidades
especiales en el mundo fisico (como en el caso de Elías en 1ª Reyes 17: 1-16),
un juicio sobre aquellos que de manera irracional y violenta se oponen al
mensaje del evangelio, el triunfo sobre las fuerzas demoníacas que libran una
guerra contra la iglesia, y cualquier otra forma en la que el poder de Dios se
manifiesta de una manera evidente para hacer avanzar los propósitos divinos en
una situación determinada.
Todas
estas serían obras «poderosas» en las que se ayuda a la iglesia y se pone de
manifiesto la gloria de Dios. (Vea también la discusión sobre los milagros en
el capítulo17.)
D. SANIDAD
1. INTRODUCCIÓN: LA ENFERMEDAD Y LA SALUD EN LA HISTORIA DE LA REDENCIÓN.
Debemos
primero recordar que la enfermedad fisica fue un resultado de la caída de Adán,
y los males y la enfermedad son simplemente parte de las consecuencias de la
maldición tras la caída, y conducirá eventualmente a la muerte fisica. Sin
embargo, Cristo nos redimió de esa maldición cuando murió en la cruz:
«Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores ...
y gracias a sus heridas fuimos sanados (Is 53: 4-5).
Este
pasaje alude tanto a la sanidad fisica como espiritual que Cristo compró para
nosotros, pues Pedro lo cita al referirse a nuestra salvación: «El mismo, en su
cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos
para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados (1 P 2:24).
Pero
Mateo cita el mismo pasaje de Isaías en referencia a las curaciones físicas que
Jesús realizó: «y con una sola palabra expulsó a los espíritus, y sanó a todos
los enfermos. Esto sucedió para que se cumpliera 10 dicho por el profeta
Isaías: 'Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores'» (Mt 8:
16-17).
Probablemente
todos los cristianos estarían de acuerdo con que en la expiación Cristo ha
comprado para nosotros no solo completa libertad del pecado sino completa
libertad de nuestras debilidades y dolores en su obra de redención (vea el
capítulo 42 sobre la glorificación). Y todos los cristianos tampoco dejarían de
estar de acuerdo en que nuestra plena y completa posesión de todos los
beneficios que Cristo ganó para nosotros no vendrán hasta su regreso: solo
«cuando el venga» (1ª Co 15: 23) es que recibiremos nuestros cuerpos
resucitados perfectos.
Así es
con la sanidad fisica y la redención de las enfermedades físicas que resultaron
de la maldición de Génesis 3: nuestra completa posesión de la redención de las
enfermedades físicas no será nuestra hasta que Cristo regrese y recibamos
cuerpos resucitados.
Para
la cuestión que enfrentamos con respecto al don de sanidad es si Dios nos
concederá de vez en cuando un adelanto o un anticipo de la sanidad fisica que
en el futuro nos otorgará a plenitud.26 Los milagros de sanidad de Jesús
ciertamente demuestran que en ocasiones Dios está dispuesto a conceder un
anticipo parcial de la salud perfecta que será nuestra por la eternidad.
Y el
ministerio de sanidad que se observa en la vida de los apóstoles y otros en la iglesia
primitiva también indica que esto fue parte del ministerio de la era del nuevo
pacto. Como tal, se ajusta al mayor patrón de bendiciones del nuevo pacto,
muchas de las cuales ofrecen anticipos parciales de las bendiciones que nos
pertenecerán cuando Cristo regrese. «Ya» poseemos algunas de las bendiciones
del reino, pero esas bendiciones «todavía» no son nuestras del todo.
NOTA: Cuando las personas dicen que en (la
expiación, hay sanidad perfecta, la afirmación es verdadera en sentido amplio,
pero en realidad no nos dice nada sobre cuando recibiremos "completa
sanidad" (o cualquier parte de ella).
Para dos tratamientos muy útiles de este asunto, y
del don de sanar enfermos en general, vea John Wimber, con Kevin Springer,
Power Healing, y Ken Blue, Authority to Heal (lnter Varsity Press, Downers
Grave, m., 1987). Vea también la excelente discusión de Jack
Deere, Surprised by the Power ofthe Holy Spirit (Zondervan, Grand Rapids,
1993). Varias defensas académicas de un ministerio de sanidad hoy se encuentran
en Gaty Greig y Kevin Springer, eds., The Kingdom and the Power (Gospel Light,
Ventura, Calif., 1993).
2. EL PROPÓSITO DE LA SANIDAD.
Como
con otros dones espirituales, la sanidad tiene varios propósitos. Ciertamente
funciona como «señal» para confirmar el mensaje del evangelio, y mostrar que ha
llegado el reino de Dios. Entonces también la sanidad trae consuelo y salud a
aquellos que están enfermos, y con ello demuestra la misericordia como atributo
de Dios hacia aquellos que están en aflicción. Tercero, la sanidad prepara a
las personas para el servicio, al tiempo que remueve los impedimentos para el
ministerio. Cuarto, la sanidad provee la oportunidad para que Dios sea
glorificado cuando las personas ven pruebas físicas de su benevolencia, amor,
poder, sabiduría y presencia.
3. ¿QUÉ ACERCA DEL USO DE LA MEDICINA?
¿Cuál
es la relación entre orar por sanidad y el uso de la medicina y las habilidades
de un médico? Ciertamente debemos utilizar la medicina si está disponible
porque Dios también creó sustancias en la tierra que se pueden convertir en
medicina con propiedades curativas.
De esa
manera, las medicinas deben ser consideradas parte del conjunto de la creación,
el cual estimó Dios que era «muy bueno» (Gn 1:31). Debemos usar de buen grado
la medicina con gratitud hacia el Señor, pues: «Del Señor es la tierra y todo
cuanto en ella hay» (Sal 24: 1).
De
hecho, cuando hay medicina disponible y rehusamos utilizarla (en casos que nos
pondrían a nosotros o a otros en peligro), entonces parece como si estuviéramos
poniendo a prueba al Señor nuestro Dios (Lc 4: 12): esto es similar al caso de
Satanás tentando a Jesús a que se tirara del templo en lugar de bajar por las
escaleras.
Cuando
hay medios ordinarios para bajar del templo (las escaleras), es «poner a
prueba» a Dios tirarse y así demandar que realice un milagro en ese preciso
momento. Rehusar el uso de una medicina efectiva, insistiendo en que Dios lleve
a cabo un milagro de sanidad en lugar de una cura a través de la medicina, es
muy similar a esto.
Por
supuesto, es equivocado confiarse en doctores o en medicina en lugar de confiar
en el Señor, un error que trágicamente cometió el rey Asa:
En El Año Treinta Y Nueve De Su Reinado, Asa Enfermó Gravemente De Los
Pies, Y En Su Enfermedad No Buscó A Jehová, Sino Alas Médicos. Y Durmió Asa Con
Sus Padres, Y Murió En El Año Cuarenta Y Uno De Su Reinado (2ª Cr 16: 12-13).
Pero
si se utiliza la medicina en conexión con la oración, entonces debemos esperar
que Dios bendiga y a menudo multiplique la efectividad de la medicina.
Aun
cuando Isaías había recibido una promesa de sanidad del Señor para Ezequías, le
dijo a los criados de este que trajeran una gran pasta de higos y la aplicaran
(como un remedio) a una llaga de la que Ezequías padecía: «E Isaías dijo 'Preparen
una pasta de higos'. Así 10 hicieron; luego se la aplicaron al rey en la llaga,
y se recuperó» (2ª R 20: 7).
No
obstante, a veces no hay una medicina apropiada disponible, o la medicina no
trabaja. Ciertamente debemos recordar que Dios puede curar cuando los doctores
y las medicinas no pueden (y debe asombramos con qué frecuencia los doctores no
pueden curar, aun en los países más avanzados en el terreno de la medicina).
Por
otra parte, puede que haya momentos cuando una enfermedad no nos coloca a nosotros
o a otros en un peligro inmediato, y decidimos pedir a Dios que cure nuestra
enfermedad sin el uso de la medicina, simplemente porque anhelamos otra
oportunidad de ejercitar nuestra fe y darle a él gloria, y quizá porque
deseamos obviar el gasto de tiempo y dinero utilizando medios médicos, o
queremos evitar los efectos secundarios que tienen algunas medicinas.
En
todos estos casos, es simplemente una cuestión de gusto personal y no parece
ser un «poner a prueba» a Dios. (Sin embargo, la decisión de no utilizar
medicinas en estos casos debe ser una decisión personal y no una impuesta por
otros).
Vemos
a Jesús sanando abiertamente donde los medios médicos han fallado, cuando «una
mujer que hacía doce años padecía de hemorragias, sin que nadie pudiera curarla.
Ella se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, y al instante cesó
su hemorragia» (Lc 8:43-44). Sin duda había mucha gente privada de la ayuda de
médicos que venían dondequiera que Jesús enseñaba y sanaba, pero leemos que
«todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él,
poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba» (Lc 4: 40). No había
enfermedad que Jesús no fuera capaz de sanar.
NOTA: Note la recomendación de Pablo para el uso
del vino con propósitos medicinales en 1ª Ti 5: 23: «No sigas bebiendo sólo
agua; toma también un poco de vino a causa de tu mal de estómago y tus
frecuentes enfermedades»,
4. ,MUESTRA EL NUEVO TESTAMENTO MÉTODOS COMUNES UTILIZADOS EN LAS
CURACIONES?
Los
métodos utilizados por Jesús y los discípulos para traer sanidad varían de caso
en caso, pero la mayoría de las veces incluían la imposición de manos. En el
versículo acabado de citar, sin duda Jesús pudo haber pronunciado una poderoso
mandato y curado a todos en una gran multitud al instante, pero en su lugar,
«él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó» (Lc 4: 40).
La
imposición de manos parece haber sido el método principal utilizado por Jesús
para sanar, porque cuando se acercaban las personas y le solicitaban sanidad no
pedían simplemente oraciones sino decían, por ejemplo: «Ven y pon tu mano sobre
ella, y vivirá». (Mt 9:18).
Otro
símbolo fisico del poder del Espíritu Santo que viene a sanar era el ungimiento
con aceite. Los discípulos de Jesús «sanaban a muchos enfermos, ungiéndolos con
aceite» Y Santiago instruye a los ancianos de la iglesia para que ungieran al
enfermo con aceite cuando oraran: «¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar
a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en
nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y
si ha pecado, su pecado se le perdonará» (Stg 5: 14-15).
El
Nuevo Testamento a menudo enfatiza el papel de la fe en el proceso de sanidad-
algunas veces la fe de una persona enferma (Lc 8: 48; 17:19), pero en otros
momentos es la fe de otros la que trae sanidad al enfermo. En Santiago 5: 15
son los ancianos los que oran, y Santiago dice que es «la oración de fe» la que
salva al enfermo ella debe ser la fe de los ancianos que oran," no la fe
del que está enfermo.
Cuando
los cuatro hombres hicieron descender un paralítico a través de una abertura en
el techo donde Jesús predicaba, leemos: «Al ver Jesús la fe de ellos»(Mr 2: 5).
En otros momentos Jesús menciona la fe de la mujer cananea respecto a la
curación de su hija Mt 15: 28), o del centurión por la curación de su criado Mt
8: 10, 13).32
NOTA: Vea la discusión sobre la imposición de manos
en e! capítulo 48. pp. XXX-XX.
Vea también Lc 5:13; 13:13: Hch 28:8; también
Marcos 6:2, y varios otros versículos en los evangelios que mencionan la
imposición de manos. Sin embargo, Jesús no sanó siempre de esta manera.
El ungimiento con aceite en Santiago 5: 14 debe ser
entendido como un símbolo del poder de! Espíritu Santo, no simplemente como
algo medicinal, pues no sería apropiado utilizar e! aceite como una medicina
para todas las enfermedades. Por otra parte, si su uso fuera solo medicinal, es
dificil vislumbrar por qué los ancianos debían aplicarlo.
El aceite frecuentemente es un símbolo del Espíritu
Santo en e! Antiguo Testamento (vea Éx 29:7; 1 S 16: 13; Sal 45: 7), y aquí
parece ser también e! caso (Vea la extensa discusión de Douglas J. Moa, The
Setterof James, pp. 177-81.)
5. ¿CÓMO ENTONCES DEBEMOS ORAR POR SANIDAD?
¿Cómo
entonces debemos orar en relación con las enfermedades físicas? Ciertamente es
correcto pedir sanidad a
Dios,
pues Jesús nos enseña que oremos: «Líbranos del maligno» (Mt 6;13), Y el
Apóstol Juan escribe a Gayo: «Oro para que te vaya bien en todos tus asuntos, y
goces de buena salud» (3 Jn 2), Por otro lado, Jesús sanó frecuentemente a
todos los que le traían, y nunca despidió a las personas, ¡diciéndoles que
sería recomendable que permanecieran enfermos durante más tiempo!
Además
de esto, cuando quiera que tomemos algún tipo de medicina o busquemos cualquier
ayuda médica para una enfermedad, por medio de estas acciones admitimos que
pensamos que es la voluntad de Dios que busquemos estar saludables. Si pensamos
que Dios quería que continuáramos enfermos, ¡nunca buscaríamos medios médicos
para curamos!
Así,
cuando oramos, parece correcto que nuestra primera presunción, a menos que
tengamos razones para pensar de otra manera, debe ser que a Dios le agradaría
sanar a la persona por la que oramos-en la medida que podemos enunciar de la
Escritura, esto es la voluntad revelada de Dios.
Ken
Blue tiene aquí una observación útil. Argumenta que si queremos comprender la
actitud de Dios hacia la sanidad fisica debemos observar la vida y el
ministerio de Jesús, Blue dice: «Si Jesús nos revela verdaderamente el carácter
de Dios, entonces debemos dejar de especular y discutir sobre la voluntad de
Dios en relación con la enfermedad y la sanidad. Jesús sanaba a las personas
porque las amaba.
Muy
simple, tenía compasión por ellas; estaba de su parte; quería resolver sus
problemas». Este es un argumento poderoso, especialmente cuando se conjuga con
la toma de conciencia de que Jesús vino a inaugurar la presencia del reino de
Dios entre nosotros y así mostramos a qué se parecería el reino de Dios.
¿Cómo
debemos entonces orar? Ciertamente está bien pedirle a Dios sanidad, y debemos
ir ante él con el simple pedido que dé sanidad física en momentos de necesidad.
Santiago nos advierte que una simple incredulidad puede conducir a abandonar la
oración ya dejar de recibir respuestas de Dios: «No tienen porque no piden»
(Stg 4: 2).
Pero
cuando oramos por sanidad debemos recordar que debemos orar para que Dios sea
glorificado en la situación, decida él sanar o no. Y también debemos orar
impulsados por la misma compasión del corazón que Jesús sintió por aquellos a
quienes sanó. Cuando oramos de esta manera, la voluntad de Dios concede a
veces-y quizá a menudo-respuestas a nuestras oraciones.
Alguien
puede objetar en este punto que, desde una perspectiva pastoral, se hace mucho
daño cuando se anima a las personas a creer que ocurrirá un milagro de sanidad
y entonces no sucede nada-desilusión con la iglesia y cólera hacia Dios puede
ser el resultado. Aquellos que oran a favor de la sanidad de las personas hoy
necesitan escuchar esta objeción y utilizar sabiduría en lo que le dicen a las
personas enfermas.
(1) Desistir de orar implorando sanidad no es la solución correcta, pues
ello supone desobediencia según Santiago 5.
(2) Decirle a la gente que Dios raramente sana hoy en día y que no deben
esperar que algo suceda tampoco es una solución correcta, porque ello no provee
una atmósfera que conduzca a la fe y es consistente con la norma que vemos en
el ministerio de Jesús y en la iglesia primitiva del Nuevo Testamento.
(3) Decirle a la gente que Dios siempre sana hoy en día si tenemos
suficiente fe es una enseñanza cruel que no encuentra sustento en la Escritura
(vea la sección 6 debajo). La solución pastoralmente sabia, parece que descansa
entre las anteriores (2) y
(4). Podemos decirle a las personas que Dios sana
frecuentemente hoy (si creemos que ello es cierto), y que es muy posible que
sean sanadas," pero que vivimos en una era en que el reino de Dios ya está
aquí pero aún no está aquí completamente.
Por lo
tanto, los cristianos en esta vida experimentarán sanidad (y muchas otras
respuestas a la oración), pero que también seguirán sufriendo enfermedades y
eventualmente la muerte. En cada caso individual es la soberana voluntad de
Dios la que decide el desenlace, y nuestro papel es simplemente pedirle y
esperar que él conteste (ya sea «sí» o «no» o «sigue orando y espera»).
Aquellos
con los «dones de sanidad» (una traducción literal del plural en 1ª Co 12: 9,
28) serán aquellas personas que descubren que les contestan sus oraciones por
sanidad con más frecuencia y más completamente que a otros.
Cuando
eso se hace evidente, una iglesia actuaría con sabiduría al alentarlos en este
ministerio y darles más oportunidades de orar por otros que están enfermos.
También deberíamos damos cuenta que los dones de sanidad pueden incluir un
ministerio no solo en términos de sanidad física, sino también en términos de
sanidad emocional.
Y en
ocasiones puede incluir la habilidad de liberar a las personas de ataques
demoníacos, porque a esto también se le llama a veces «sanidad» en las
Escrituras (vea Lc 6: 18; Hch 10: 38). Quizás los dones de ser capaces de orar
efectivamente en diferentes tipos de situaciones y por distintos tipos de necesidades
eran aquellos a los que Pablo se refería cuando utilizó la expresión plural.
(dones de sanidad).
35Aveces
Dios puede conceder una certeza de fe subjetiva, algo como lo que Santiago
llama la oración de fe» (Stg 5:15), y Hebreos 11: 1 llama ,da garantía de lo
que se espera», y Marcos 11:24 llama creer que .ya han recibido todo lo que
estén pidiendo en oración». En esos casos la persona que ora puede decir
confiada que es probable o aun posible que alguien será sanado.
Pero
no creo que Dios le dé garantías a nadie para que prometa o «garantice» sanidad
en esta era, pues su Palabra escrita no da tales garantías, y nuestro sentido
subjetivo de su voluntad está siempre sujeto a cierto grado de incertidumbre y
alguna medida de error en esta vida.
NOTA: Podemos preguntarnos por qué son los ancianos
los llamados a venir y orar para sanar enfermos en Santiago 5:14-15. Aunque
Santiago no lo explica, debe ser porque tenían responsabilidades de cuidado
pastoral, la madurez y sabiduría para el manejo del posible pecado implicado
(vea vv. 15-16), y cierta medida de autoridad espiritual que formaba parte de
su oficio. De desearlo, ellos ciertamente serían capaces de traer a otros con
dones de sanidad.
Además, Santiago amplía sus recomendaciones para
incluir a todos los cristianos en el v. 16: "Confiésense unos a otros sus
pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados».
Por contraste, podemos notar que los discípulos no
podían expulsar demonios; Jesús dice que ello se debía a que tenían muy «poca
fe» (Mt 17: 20).
Vea la discusión del capítulo 13, sobre la voluntad
secreta y revelada de Dios. Por supuesto comprendemos que la voluntad secreta
de Dios, desconocida para nosotros en los detalles especificas, es que todos no
seremos sanados, justo como su secreta voluntad es que no todos seremos
salvados. Pero en ambas situaciones debemos orar por lo que vemos en la
Escritura que es la voluntad revelada de Dios: salvar los pecadores y sanar
aquellos que están enfermos.
Authority to Heal, pp. 72, 78.
6. PERO QUÉ SI DIOS NO SANA?
Aún
así, debemos damos cuenta que no todas las oraciones por sanidad serán
contestadas en esta era. A veces Dios no concederá la «fe» especial (Stg 5: 15)
de que tendrá lugar una sanidad, y a veces Dios decidirá no curar, debido a sus
propios propósitos soberanos.
En
estos casos debemos recordar que Romanos 8: 28 todavía es válido: aunque
experimentamos «sufrimientos en el tiempo presente» y aunque «gemimos
interiormente mientras aguardamos la redención de nuestro cuerpo» (Ro 8: 18,
23), no obstante, «sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de
quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Ro 8:
28). Esto incluye el obrar en nuestras circunstancias de sufrimiento y
enfermedad también.
Cualquier
cosa que fuera la «espina en el cuerpo» de Pablo (y siglos de trabajo de
intérpretes que creen en la Biblia no han ofrecido una respuesta definitiva),
este se dio cuenta que Dios permitió que lo acompañara «para evitar que me
volviera presumido» (2ª Co 12:7), esto es, para mantener a Pablo humilde ante
el Señor.'"
Así
que el Señor le dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en
la debilidad» (2ª Co 12: 9). Hay indicios de que en la iglesia primitiva aun en
presencia de los apóstoles no todas las personas se sanaban. Pablo reconoce que
«por fuera nos vamos desgastando» (2ª Co 4:16), y a veces los males y
enfermedades no se curarán. Cuando Epafrodito llegó a visitar a Pablo tenía una
enfermedad que lo puso «al borde de la muerte» (Fil 2: 27).
Pablo
indica en el relato de Filipenses 2 que parecía que Epafrodito iba a morir, que
Dios no lo sanó inmediatamente cuando enfermó. Pero eventualmente Dios sí lo
sanó (Fil 2: 27) en respuesta a la oración.
Pablo
le dijo a Timoteo que bebiera un poco de vino «a causa de tu mal de estómago y
tus frecuentes enfermedades: (1ª Ti 5: 23). Dijo: «A Trófimo lo dejé enfermo en
Mileto» (2ª Ti 4: 20). Y tanto Pedro (1ª P 1: 6-7; 4:19) como Santiago (Stg
1:2-4) tienen palabras de aliento y consejo para aquellos que sufren pruebas de
varias clases:
36Tras
algún estudio de 2 Corintios 12:7, mi propia conclusión en este punto es que no
existe suficiente información en el texto para decidir 10 que era la espina en
la carne de Pablo. Se pueden dar razones en apoyo de las tres principales
posibilidades:
(1) Algún tipo de enfermedad fisica;
(2) Un demonio que lo atormentaba; o
(3) Las persecuciones judías.
Sin
embargo, el hecho de que somos incapaces de llegar a alguna conclusión
definitiva tiene algunos beneficios: Significa que podemos aplicar este texto a
los tres tipos de situaciones en nuestras propias vidas, cuando el Señor en su
sabiduría soberana decide no libramos de ellas.
Hermanos Míos, Considérense Muy Dichosos Cuando Tengan Que Enfrentarse
Con Diversas Pruebas, Pues Ya Saben Que La Prueba De Su Fe Produce Constancia.
Y La Constancia Debe Llevar A Feliz Término La Obra, Para Que Sean Perfectos E
Íntegros, Sin Que Les Falte Nada. (Stg 1: 2-4)
Cuando
Dios decide no sanar, aun cuando se lo pidamos, entonces está bien que demos
«gracias en toda situación» (1ª Ts 5: 18) y que tomemos conciencia que Dios
puede usar la enfermedad para acercamos a él y aumentar en nosotros la
obediencia a su voluntad. De manera que el salmista puede decir: (Me hizo bien
haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos) (Sal 119: 71),
y: «Antes de sufrir estuve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra» (Sal
119: 67).
Dios
puede traemos una creciente santificación a través de la enfermedad y el
sufrimiento exactamente como puede traer santificación y crecimiento en la fe a
través de las curaciones milagrosas.
Pero
el énfasis del Nuevo Testamento, tanto en el ministerio de Jesús como en el
ministerio de los discípulos en Hechos, parece ser uno que nos aliente en la
mayoría de los casos a pedirle sanidad a Dios ávida y seriamente, y entonces
continuar confiando en él para sacar beneficio de la situación, ya sea que
conceda sanidad fisica o no. El punto es que en todo caso Dios debe recibir
gloria y nuestro gozo y confianza en él deben crecer.
NOTA: Algunos han intentado establecer una
diferencia entre la enfermedad y otros tipos de sufrimiento, y decir que los
pasajes de la Escritura que indican a los cristianos que deben esperar
sufrimiento tienen que ver con otros tipos de sufrimiento, tales como la
persecución, pero que no incluyen la enfermedad física.
Este argumento no me parece convincente por dos
razones: primero, la Escritura habla sobre «diversas pruebas» (1ª P 1: 6; Stg
1: 2), y la intención de los autores en ambos casos parece ser hablar de todos
los tipos de pruebas que experimentamos en esta vida, incluyendo las
enfermedades físicas y la aflicción.
¿No querían Santiago y Pedro que los cristianos que
estaban enfermos aplicaran estos pasajes a sus propias situaciones? Esto es
altamente improbable. (Estas dos son epístolas generales escritas para miles de
cristianos.)
E. LENGUAS E INTERPRETACIÓN
Para
comenzar debe decirse que la palabra griega glossa, traducida «lengua», se usa
no solo para indicar la lengua fisica en la boca de una persona, sino también
para indicar «lenguaje». En los pasajes del Nuevo Testamento donde se discute
el hablar en lenguas, se alude ciertamente al «lenguaje».
Por lo
tanto, es algo infortunado que los traductores de la Biblia hayan continuado
utilizando la frase «hablar en lenguas», que es una expresión que se usa en el
idioma ordinario y que da la impresión de que se trata de una experiencia
extraña, algo completamente ajeno a la vida humana común.
Pero
si los traductores utilizaran la expresión «hablar en lenguajes», ello no
parecería tan extraño, y le daría al lector un sentido mucho más cercano a lo
que los lectores griegos del primer siglo hubieran oído al leer la frase en
Hechos o 1ª Corintios." Sin embargo, como el actual uso de la frase
«hablar en lenguas' está tan ampliamente establecido, continuaremos utilizándola
en esta discusión.
1. LAS LENGUAS EN LA HISTORIA DE LA REDENCIÓN.
El
fenómeno de hablar en lenguas es único en la era del nuevo pacto. Antes que
Adán y Eva cayeran en pecado, no Segundo, a menos que el Señor regrese, todos
experimentaremos el progresivo envejecimiento y deterioro de nuestros cuerpos
físicos, y eventualmente moriremos. Pablo dice: «por fuera nos vamos
desgastando» (2ª Co 4:16). Casi inevitablemente este proceso de envejecimiento
incluye varias enfermedades físicas.
Parece
mejor concluir que los sufrimientos que Dios espera que experimentemos de
tiempo en tiempo en esta vida pueden a veces incluir enfermedades físicas, que
Dios en su soberana sabiduría decide no sanar. De hecho puede haber muchos
casos en los que, por varios motivos, no nos sentimos libres de pedirle sanidad
a Dios en fe.
Pero
aun en estos casos el corazón de fe tomará la Palabra de Dios como verdadera y
creerá que esto también ha llegado a nuestras vidas (para bien) (Ro 8:28), y
que Dios nos hará un bien con esto.
NOTA: la NVl traduce «diferentes lenguas» o «en
lenguas» (Hch 2:4; 10:46) y a través de 1ª Co I2-14. Esta es una traducción
preferible, por razones mencionadas arriba.
Había
necesidad de hablar en otros lenguajes, porque ellos hablaban la misma lengua y
estaban unidos en el servicio de Dios y el compañerismo con él. Tras la caída
las personas hablaban el mismo idioma pero eventualmente se unieron en la
oposición a Dios, y «la maldad del ser humano en la tierra era muy grande» y
«todos sus pensamientos tendían siempre hacia el mal» (Gn 6: 5).
Este
lenguaje unificado utilizado en la rebelión contra Dios culminó en la
construcción de la torre de Babel en un tiempo cuando «se hablaba un solo
idioma en toda la tierra» (Gn 11: 1). A fin de detener esta rebelión unificada contra
él, en Babel Dios «confundió el idioma de toda la gente de la tierra» y «los
dispersó por todo el mundo» (Gn 11: 9).
Cuando
Dios llamó a Abraham (Gn 12:1), le prometió hacer de él una «gran nación» (Gn
12: 2), y la nación de Israel que surgió de ese llamado tenía un idioma que
Dios quería que utilizaran en su servicio. Pero el resto de las naciones del
mundo no hablaban este idioma, y se mantuvieron fuera del alcance del plan
redentor de Dios. Así que la situación mejoró algo, pues un idioma entre todos
los idiomas del mundo se usaba para el servicio de Dios, en tanto que en
Génesis 11 no se alababa a Dios en ningún idioma.
Ahora,
si pasamos a la era de la iglesia del Nuevo Testamento y miramos al futuro
eterno, vemos que una vez más será restaurada la unidad del idioma, pero esta
vez todo el mundo hablará de nuevo el mismo idioma en el servicio de Dios, y en
la alabanza a él (Ap 7: 9-12; Sof 3:9; 1ª Co 13:8; quizá Is 19:18).
En la
iglesia del Nuevo Testamento hay un cierto anticipo de la unidad del idioma que
existirá en el cielo, pero solo se concede en algunas ocasiones, y solo de
manera parcial. En el Pentecostés, que sería el momento cuando el evangelio
comenzó a incursionar en otras naciones, fue apropiado que los discípulos
reunidos en Jerusalén «comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el
Espíritu les concedía expresarse» (Hch 2: 4).
El
resultado fue que los visitantes judíos de varias naciones que estaban en
Jerusalén oyeron todos en sus propias lenguas una proclamación de «las maravillas
de Dios»(Hch 2: 11). Este fue un símbolo notable del hecho que el mensaje del
evangelio iba a ir adelante hacia todas las naciones del mundo.
Una
acción simbólica como esa hubiera sido inapropiada en el Antiguo Testamento,
porque allí el mensaje evangelístico invitaba a las personas de otras naciones
a venir y unirse al pueblo hebreo y volverse judíos, y de ese modo adorar a
Dios. Pero aquí el mensaje consiste en ir a cada nación en su propio idioma,
invitando a las personas de cada lugar a volverse a Cristo y ser salvos:
Por
otra parte, dentro del contexto del culto de adoración de la iglesia, hablar en
lenguas más interpretación ofrece una indicación adicional de la promesa que un
día las diferencias de lenguajes que se originaron en Babel serán superadas. Si
este don está obrando en la iglesia, no importa qué idioma o palabra de oración
o alabanza ofrezca, una vez que haya una interpretación, todos pueden
entenderlo.
Esto
es, por supuesto, un proceso en dos pasos que es «imperfecto», como son todos
los dones en esta era (1ª Co 13: 9), pero aun constituye una situación mejor
desde Babel al Pentecostés cuando no había una provisión que facultara a las
personas a comprender el mensaje en un idioma que no conocían.
Por
último, orar en lenguas en un escenario reservado es otra forma de orar a Dios.
Pablo dice; Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento
no se beneficia en nada» (1ª Co 14:14). En el amplio contexto de la historia de
la redención, esto también debe verse como otra solución parcial a los
resultados de la caída, por la cual fuimos apartados del compañerismo de Dios.
Por
supuesto, esto no significa que los espíritus de las personas solo pueden tener
compañerismo con Dios cuando hablan en lenguas -Pablo afirma que él ora y canta
tanto en lenguas como en su propio idioma (1ª Co 14: 15). Sin embargo, Pabló sí
ve el hablar en lenguas como otra vía de compañerismo directo con Dios en la
oración y la adoración. Una vez más, este aspecto del don de lenguas no
funcionaba, hasta donde sepamos, antes de la era del nuevo pacto.
NOTA: Este versículo muestra que el milagro se
refería a hablar, no a escuchar. Los discípulos «comenzaron a hablar en
diferentes lenguas (o idiomas) .
El hablar en lenguas en el Pentecostés fue poco
común porque estuvo acompañado de en lenguas como de fuego que se repartieron y
se posaron sobre cada uno de ellos» (Hch 2:3). Como el fuego en la Escritura a
menudo es símbolo de juicio purificador, la presencia de fuego aquí puede ser
un símbolo del hecho que Dios purificaba el idioma que se usaba en su servicio.
Es verdad que los primeros que escucharon este
mensaje aun eran los judíos de Jerusalén (Hch 2:5), no los gentiles, pero el
simbolismo del evangelio proclamado en muchos idiomas sí da un indicio del
esfuerzo evangelistico mundial que pronto se produciría.
2. ¿QUÉ ES HABLAR EN LENGUAS? DEBEMOS DEFINIR ESTE DON COMO SIGUE:
Hablar
en lenguas es orar o adorar en sílabas no comprensibles por el que habla.
A. PALABRAS DE ORACIÓN O
ALABANZA DIRIGIDAS A DIOS:
Esta definición
indica que hablar en lenguas es fundamentalmente una conversación dirigida a
Dios (esto es, una oración o una alabanza). Por lo tanto es distinto al don de
profecía, que consiste frecuentemente en mensajes de Dios dirigidos a las
personas de la iglesia. Pablo dice: «Porque el que habla en lenguas no habla a
los demás sino a Dios» (1ª Co 14: 2), y si no hay un intérprete presente en el
culto de la iglesia, dice Pablo que alguien que tiene un don de hablar en
lenguas debe guardar «silencio en la iglesia y cada uno hable para sí mismo y
para Dios» (1ª Co 14:28).
¿Qué
tipo de conversación es esta que se dirige a Dios? Pablo dice: «Si yo oro en
lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se beneficia en nada» (1ª Co
14: 14; vv. 14-17 y v. 28), donde Pablo cataloga el hablar en lenguas como
oración y acción de gracias. Por lo tanto, hablar en lenguas es aparentemente
una oración o alabanza dirigida a Dios, y esta viene del «espíritu» de la
persona que habla.
Esto
no es incongruente con la narración de Hechos 2, pues la multitud dijo: «¡Todos
por igual los oímos por igual proclamar en nuestra propia lengua las maravillas
del reino de Dios!» (Hch 2: 11), una descripción que ciertamente puede indicar
que todos los discípulos glorificaban a Dios y proclamaban sus maravillosas
obras al adorar, y la multitud comenzó a escuchar esto como si ello tuviera
lugar en varios idiomas.
De
hecho, no hay indicios de que los propios discípulos hablaran a la multitud
hasta Hechos 2: 14, cuando Pedro se pone en pie y entonces se dirige
directamente a la multitud, probablemente en griego:2
NOTA: En Hechos 10: 46 las personas en casa de
Camelia comenzaron «a hablar en lenguas y alabar a Dios. Otra vez, eso
significa tanto que el discurso consistía en alabanzas a Dios o que estaba
íntimamente relacionado con esto-gramaticalmente no se puede decir sobre la
base del texto en sí.
B. NO COMPRENDIDAS POR EL QUE
HABLA:
Pablo
dice que «el que habla en lenguas no habla a los demás sino a Dios. En
realidad, nadie le entiende lo que dice, pues habla misterios por el Espíritu»
(1ª Co 14:2). De igual manera, dice que si se habla en lenguas sin
interpretación no se comunica ningún significado: «seré como un extranjero para
el que me habla, y él lo será para mí» (1ª Co 14: 11). Por otro lado, todo el
párrafo de 1ª Corintios 14: 13-19 da por hecho que hablar en lenguas en la
congregación, cuando ello no va acompañado de interpretación, no es
comprensible para aquellos que escuchan:
Por
esta razón, el que habla en lenguas pida en oración el don de interpretar lo
que diga. Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento
no se beneficia en nada. ¿Qué debo hacer entonces» Pues orar con el espíritu,
pero también con el entendimiento; cantar con el espíritu, pero también con el
entendimiento.
De
otra manera, si alabas a Dios con el espíritu, ¿cómo puede quien no es
instruido decir «amén a tu acción de gracias, puesto que no entiende lo que
dices?
En ese
caso tu acción de gracias es admirable, pero no edifica al otro. Doy gracias a
Dios
porque hablo en lenguas más que todos ustedes. Sin embargo, en la iglesia
prefiero emplear cinco palabras comprensibles y que sirvan para instruir a los
demás, que diez mil palabras en lenguas.
Ahora
en Pentecostés hablar en lenguas era en idiomas conocidos que los que
escuchaban entendían: «cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma» (Hch.
2: 6). Pero de nuevo los oradores no entendieron lo que hablaban, mas lo que
causó asombro fue que los galileos hablaban todos estos diferentes idiomas. Por
lo tanto, parece que a veces hablar en lenguas puede implicar hablar en idiomas
humanos actuales, en ocasiones aun en idiomas que los que escuchan entienden.
Pero
otras veces -y Pablo asume que por lo regular esto será el caso-lo que se habla
será en un idioma que «nadie» entiende (1ª Co 14; 2).
Algunos
han objetado que hablar en lenguas debe siempre consistir en hablar en idiomas
humanos conocidos, pues ello fue lo que sucedió en Pentecostés. Pero el hecho
de que hablar en lenguas en idiomas humanos conocidos ocurrió una vez en la
Escritura no requiere que esto ocurra siempre en idiomas conocidos,
especialmente cuando otra descripción de hablar en lenguas (1ª Co 14) indica
exactamente lo opuesto.
Pablo
no dice que los visitantes extranjeros en Corinto entenderían al que habla,
sino dice que si alguien habla en lenguas «nadie» entendería, y el no instruido
no sabrá lo que la persona dice (1ª Co 14;2, 16): De hecho, Pablo dice
explícitamente de que en la conducción ordinaria de la vida de la iglesia
ocurrirá algo muy distinto al fenómeno de Pentecostés.
«si
todos hablan en lenguas y entran algunos que no entienden o no creen, lejos de
entender el mensaje, estos dirán que «Ustedes están locos» (1ª Ca 14: 23).
Por
otra parte, debemos damos cuenta que 1 Corintios 14 es una instrucción general
de Pablo basada en una amplia experiencia del hablar en lenguas en muchas
iglesias diferentes, en tanto que Hechos 2 simplemente describe un
acontecimiento único en un momento decisivo en la historia de la redención (Hch
2 es una narración histórica mientras 1ª Co 14 es una instrucción doctrinal).
Por
consiguiente parecería apropiado tomar 1ª Corintios 14 como el pasaje que
describe más de cerca la experiencia ordinaria de las iglesias del Nuevo
Testamento, y tomar las instrucciones de Pablo ahí como la norma por medio de
la cual Dios intenta que las iglesias regulen el uso de este don.
¿Son
entonces las lenguas idiomas humanos conocidos? A veces este don puede dar
lugar a hablar en un idioma humano que el que habla no ha aprendido, pero
comúnmente parece que implicará el habla en un idioma que nadie entiende, ya
sea este un idioma humano o no.
NOTA: No quiero excluir la posibilidad que el
hablar en lenguas pudo a veces incluir un discurso dirigido a la gente, no a
Dios, pues es muy posible que la declaración de Pablo en 1ª Corintios 14: 2 sea
una generalización no dirigida a aplicarse en todos los casos, y, en ningún
caso, la cuestión principal del versículo es que solo Dios puede comprender las
lenguas no interpretadas, ni que solo a Dios puede dirigirse un discurso en
lenguas.
De hecho, puede que lo que tenga lugar en Hechos 2
sea un discurso dirigido a los hombres. Pese a todo, la evidencia que si
tenemos en 1ª Co 14 indica un discurso dirigido a Dios, y parece seguro decir
que ello es general lo que será el hablar en lenguas.
Robertson y Plummer notan que 1ª Co 14:18: «Doy
gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos ustedes», es «una sólida
prueba de que las Lenguas no son idiomas foráneos» (A. Robertson y A. Plumier,
A Crítical and Exegetical Commentary on the First Epistle ofSt. Paul to the Corinthians, ICC [Edinburgh: T. & T. CIark, 1914], p.
314). Si hubiera idiomas foráneos que los extranjeros pudieran comprender,
como en el Pentecostés, ¿por qué Pablo hablaría más
que todos los corintios en privado, donde nadie entendería, en lugar de en la
iglesia donde los visitantes extranjeros podrían entender?
C. ORAR CON EL ESPÍRITU, NO
CON LA MENTE:
Pablo
dice; «Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento no
se beneficia en nada. ¿Qué debo hacer entonces? Pues orar con el espíritu, pero
también con el entendimiento, cantar con el espíritu, pero también con el
entendimiento» (1ª Co 14: 14-15).
Pablo
no está diciendo aquí que el Espíritu Santo ora a través nuestro. El contraste
entre «mi espíritu» y «mi entendimiento» en el versículo 14 indica que es de su
propio espíritu del que habla, del lado no material del ser. Al utilizar este
don, su espíritu habla directamente a Dios, aunque su mente no tenga que
formular palabras u oraciones y decidir sobre qué orar.
Pablo
ve este tipo de oración como una actividad que tiene lugar en el ámbito
espiritual, por medio de la cual nuestros espíritus hablan directamente a Dios
pero nuestras mentes de alguna manera se dejan de lado, y no comprende lo que
oramos.
Podríamos
preguntarnos porqué Dios le daría a la iglesia un don que obra en el ámbito
espiritual e invisible y que nuestras mentes no comprenden. Un motivo puede ser
para mantenernos humildes, y ayudar a prevenir el orgullo intelectual.
Otro
motivo puede ser recordarnos que Dios está por encima de nuestra comprensión y
de que él obra en formas que sobrepasan nuestro entendimiento. Por último, es
una característica de que mucho de lo que Dios hace en la era del nuevo pacto
se hace en el ámbito espiritual e invisible: la regeneración, la oración
genuina, adorar «en espíritu y en verdad», las bendiciones espirituales que
vienen a través de la Cena del Señor, la guerra espiritual, poner nuestros
tesoros en el cielo, poner nuestras mentes en las cosas de arriba, donde está
Cristo son-todos estos elementos de la vida cristiana y muchos más implican
actividades que ocurren en el ámbito espiritual e invisible, actividades que no
vemos o comprendemos completamente.
A la
luz de esto, hablar en lenguas es simplemente otra actividad que ocurre en el
ámbito espiritual e invisible, una actividad que creemos efectiva porque la
Escritura nos dice que lo es, no porque la podemos comprender con nuestras
mentes (1ª Co 14:5).
NOTA: Note que en Pentecostés este hablar en
lenguas tenía otra característica que no formó parte de ningún hablar en
lenguas posterior: hubo lenguas de fuego que aparecieron sobre las cabezas de
aquellos que hablaban (Hch 2: 3). Pero esto no es un paradigma para rodas las
experiencias posteriores del hablar en lenguas, ni aun para las que se
encuentran después en Hechos.
Pablo sí dice que: "Si hablo en lenguas
humanas y angélicas» (1ª Co 13: 1), sugiriendo que ve la posibilidad que hablar
en lenguas puede incluir más que un discurso meramente humano. Es dificil decir
si piensa que esto es una posibilidad hipotética o una real, pero ciertamente
no podemos excluir la idea de que idiomas angélicos estuvieran incluidos
también en estas palabras.
Algunos han objetado que como glossa donde quiera
en griego (fuera del Nuevo Testamento) se refiere a idiomas humanos conocidos,
ello debe referirse también a idiomas conocidos en el Nuevo Testamento. Pero
esta objeción no es convincente, pues no había ninguna otra palabra en griego
que viniera mejor para aludir a este fenómeno, aun si supone hablar a Dios en
idiomas que no eran idiomas humanos o idiomas de algún tipo no completamente
desarrollados, siempre que el discurso trasmitiera algún contenido o
información.
No argumento aquí que el hablar en lenguas de
Hechos 2 fuera un fenómeno diferente al hablar en lenguas que Pablo discute en
1 Corintios 14. Simplemente digo que la frase "hablar en lenguas» en
Hechos 2 y 1 Corintios 14 se refieren a un hablar en silabas no comprendido por
quien habla pero comprendido por Dios, a quien se dirige este discurso.
En Hechos 2 esto tuvo lugar como un discurso en
idiomas humanos conocidos que no habían sido aprendidos por quienes hablaban,
mientras que en 1ª Corintios 14 el discurso puede haber consistido en idiomas
humanos desconocidos, o en lenguas angélicas, o en un tipo de lenguaje más
especializado dado por el Espíritu Santo a los distintos oradores
individualmente. La expresión es lo suficientemente amplia como para incluir
una amplia variedad de fenómenos.
La frase "orando en el Espíritu Santo» de
Judas 20 no es la misma expresión, ya que se designa específicamente al
Espíritu Santo Judas dice simplemente que los cristianos deben orar en
conformidad con el carácter y la dirección del Espíritu Santo, y esto puede
ciertamente incluir orar en lenguas, pero puede incluir también cualquier otro
tipo de oración en un idioma comprensible. Asimismo: "Oren en el Espíritu
en todo momento, con peticiones y ruegos» (Ef6:18) es específicamente una
declaración que pretende abarcar toda oración hecha en todo momento.
Se refiere a orar en conformidad con el carácter
del Espíritu Santo y de forma sensible a la dirección del Espíritu Santo, pero
no se debe reducir al hablar en lenguas. De nuevo, esto puede incluir hablar en
lenguas, pero debe incluir también otros tipos de oraciones (Vea la discusión
de actividades llevadas a cabo "en el Espíritu Santo".
D. NO EN ÉXTASIS SINO CON
DOMINIO PROPIO:
La Nueva
Biblia Inglesa traduce la frase «hablar en lenguas» como «hablar en éxtasis»,
dando con esto un respaldo adicional a la idea de que aquellos que hablan en
lenguas pierden la conciencia de lo que los rodea o pierden el dominio propio o
se ven forzados a hablar contra su voluntad.
Por
otra parte, algunos elementos extremistas del movimiento pentecostal han
permitido una conducta frenética y desordenada en los cultos de adoración, y
esto ha perpetuado, en la mente de algunos, la noción de que hablar en lenguas
es un tipo de hablar en éxtasis.
Pero
esta no es la imagen que se ofrece en el Nuevo Testamento. Aun cuando el
Espíritu Santo vino como un poder abrumador en Pentecostés, los discípulos
fueron capaces de dejar de hablar en lenguas de manera que Pedro pudiera
pronunciar su sermón ante la multitud reunida. Más explícitamente, Pablo dice:
Si se
habla en lenguas, que hablen dos-o cuando más tres-, cada uno por tumo; y que
alguien interprete. Si no hay intérprete, que guarden silencio en la iglesia y
cada uno hable para sí mismo y para Dios. (1ª Co 14: 27-28).
Aquí
Pablo pide que aquellos que hablan en lenguas lo hagan por turno, y limita el
número a tres, indicando claramente que aquellos que hablan en lenguas estaban
conscientes de lo que ocurría a su alrededor, y eran capaces de controlarse a
sí mismos, de manera que hablaran solo cuando les tocara su turno, y cuando no
estuviera hablando algún otro. Si no había alguien que interpretara, fácilmente
podían mantener silencio y no hablar.
Todos
estos factores indican un alto grado de auto control y no respaldan la idea de
que Pablo consideró las lenguas como algún tipo de hablar en estado de éxtasis.
E. LENGUAS SIN
INTERPRETACIÓN:
Si no
estuviera presente en la asamblea alguien que se supiera posee el don de
interpretación, el pasaje que acaba de citarse indica que se debe hablar en
lenguas en privado. No debe darse en el culto de la iglesia ningún hablar en
lenguas sin interpretación:
Pablo
habla de orar en lenguas y cantar en lenguas cuando dice: «Debo orar con el
espíritu, pero también con el entendimiento; cantar con el espíritu, pero
también con el entendimiento» (1ª Ca: 14: 15). Esto ofrece una confirmación
adicional a la definición dada arriba en la que vimos las lenguas como algo
dirigido fundamentalmente a Dios en la oración y la alabanza.
Esto
también da legitimidad a la práctica de cantar en lenguas, ya sea en público o
en privado. Pero las mismas normas se aplican al cantar como al hablar: si no
hay intérprete, solo debe hacerse en privado."
En 1 Corintios
14:20-25 Pablo dice que si los creyentes hablan en lenguas en la iglesia sin
interpretación, actuarían y pensarían «como niños» (1ª Co 14: 20). Primero cita
una profecía de juicio tomada de Isaías 28: 11-12: «En la ley está escrito:
«Por medio de gente de lengua extraña y por boca de extranjeros hablaré a este
pueblo, pero ni aun así me escucharán», dice el Señor». (1ª Co 14: 21).
En el
contexto de Isaías 28, Dios advierte al pueblo rebelde de Israel que las
próximas palabras que escuchen de él serían palabras de extranjeros que no
podrían entender-el ejército asirio vendría sobre ellos como agente del juicio
de Dios.
Ahora
Pablo está a punto de postular esto como un principio general-cuando Dios habla
al pueblo en un lenguaje que no pueden entender, ello es una señal harto
evidente del juicio de Dios.
Pablo
aplica correctamente eso a la situación del hablar en lenguas sin
interpretación en el culto de la iglesia. Lo llama una señal (esto es, una
señal de juicio) sobre los creyentes:
De
modo que el hablar en lenguas es una señal, no para los creyentes sino para los
incrédulos, en cambio, la profecía no es señal para los incrédulos sino para
los creyentes. Así que, si toda la iglesia se reúne y todos hablan en lenguas,
y entran algunos que no entienden o no creen, ¿no dirán que ustedes están
locos? (1ª Co 14: 22-23)
Aquí
Pablo utiliza la palabra «señal» en el sentido de señal de la actitud de Dios
(ya sea positiva o negativa). Las lenguas que no entienden los extraños son
ciertamente una señal negativa-una señal de juicio. Por lo tanto, Pablo
advierte a los corintios que no den esa señal a los extraños que entran. Les
dice que si un extraño viene y escucha solo un hablar ininteligible,
ciertamente no será salvado sino concluirá que los corintios están locos, y las
lenguas no interpretadas funcionarán en este caso como una señal del juicio de
Dios.
Por
contraste, Pablo dice que la profecía es también una señal de la actitud de
Dios, pero aquí es una señal positiva de la bendición de Dios. Por esto puede decir
que la profecía es una señal «para los creyentes» (v. 22). Y es por ello que
concluye su sección diciendo: «Pero si uno que no cree o uno que no entiende
entra cuando todos están profetizando, se sentirá reprendido y juzgado por
todos, y los secretos de su corazón quedarán al descubierto. Así que se
postrará ante Dios y lo adorará, exclamando: (¡Realmente Dios está entre
ustedes) (vv. 24-25).
Cuando
esto sucede, los creyentes ciertamente se darán cuenta que Dios está activo
entre ellos para traer bendición, y la profecía normalmente funcionará como una
señal para los creyentes de la actitud positiva de Dios hacia ellos:" No
obstante, can todo lo que Pablo advierte contra el uso de las lenguas sin
interpretación en la iglesia, ciertamente las ve positivamente y alienta su uso
en privado.
Dice:
«El que habla en lenguas se edifica a sí mismo; en cambio, el que profetiza
edifica a la iglesia» (1 Ca 14:4). ¿Cuál es la conclusión? Esta no es (como
argumentarían algunos) que los cristianos deben decidir no utilizar el don o
decidir que este no tiene valor para ellos cuando se usa en privado. En su
lugar dice: «¿Qué debo hacer entonces?
Pues
orar con el espíritu, pero también con el entendimiento» (v. 15). Y dice: «Doy
gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos ustedes» (v. 18), y «Yo
quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero mucho más que
profetizaran» (v. 5), y «ambicionen el don de profetizar, y no prohíban que se
hable en lenguas» (v.39).
Si es
correcta nuestra anterior concepción las lenguas como oración o alabanza a
Dios, entonces ciertamente esperaríamos que la edificación fuera el resultado,
aunque la mente de quien habla no comprenda lo que se dice, pero su espíritu
humano se está comunicando directamente con Dios. Justo como la oración y la
adoración en general nos edifican al ponerlas en práctica, así este tipo de
oración y adoración nos edifican también, de acuerdo con Pablo.
NOTA: Es preocupante que, en algunas iglesias de
hoy donde se permite hablar en lenguas, aquellos que no dan un mensaje público
(quizá porque en e! servicio no es e! momento apropiado o quizá porque no saben
si alguien interpretará) a pesar de eso hablarán en lenguas no de forma
«silente» sino que cuatro o cinco personas cercanas pueden oír su hablar en lenguas.
Esto es simplemente desobediencia a las
instrucciones de Pablo, y es no actuar en amor hacia otros en la iglesia. Pablo
dice que «mantengan silencio en la iglesia" si alguno no da un mensaje
público en lenguas. (Muchos que han hablado hoy en lenguas dicen que esto puede
hacerse fácilmente en un susurro inaudible, de manera que ningún otro escuche,
y las instrucciones de Pablo se obedecerán).
48Sin embargo, muchas iglesias practican hoy lo que
a veces se llama «cantar en el espíritu», muchos de los cuales en la
congregación cantan simultáneamente en lenguas, improvisando individualmente
sus melodías alrededor de un acorde musical dominante. Mientras muchos
asegurarían que hay un bello poder espiritual en tales circunstancias, una vez
más debemos objetar que esto es directamente contrario a las instrucciones de
Pablo en 1ª Co 14: 27-28, donde aquellos que hablan en lenguas deben hacerlo
por tumo, y que debe haber un máximo de tres en un culto de adoración, y la
interpretación debe seguir.
Aunque esta práctica puede sonar hermosa para
quienes están familiarizados con ella, y aunque Dios en su gracia puede a veces
utilizarla como un medio de ganar a un incrédulo, Pablo dice explícitamente que
el resultado probable será que los incrédulos dirán "que ustedes están
locos" (1ª Co 14: 23). Una alternativa a esta práctica, una consistente
con la Escritura y que seguirá la senda de! amor hacia los extraños, sería que
todos cantaran de esta manera, no en lenguas, sino en un lenguaje comprensible
(ya sea inglés o cualquier idioma que comprendan por lo común en el área donde
se reúne la iglesia).
F. LENGUAS CON
INTERPRETACIÓN: EDIFICACIÓN PARA LA IGLESIA:
Pablo
dice: «El que profetiza aventaja al que habla en lenguas, a menos que éste
también interprete, para que la iglesia reciba edificación» (1ª Co 14: 5). Una
vez interpretado, todos pueden entender un mensaje en lenguas. En este caso,
Pablo dice que el mensaje en lenguas es tan valioso para la iglesia como la
profecía.
Debemos
notar que no dice que ambos cumplen las mismas funciones (pues otros pasajes
indican que la profecía es una comunicación de Dios hacia los seres humanos,
mientras las lenguas es por lo general una comunicación de los seres humanos
hacia Dios). Pero Pablo afirma claramente que tienen igual valor en la
edificación de la iglesia. Podríamos definir el don de interpretación como
informar a la iglesia el significado general de algo que se habla en lenguas.
G. NO TODOS HABLAN EN
LENGUAS:
Así
como no todos los cristianos son apóstoles, y no todos los profetas son
maestros, y no todos poseen dones de sanidad, tampoco todos hablan en lenguas.
Pablo alude claramente a esto cuando hace una serie de preguntas, todas las
cuales esperan un «no» como respuesta, e incluye la pregunta: «¿Hablan todos en
lenguas?» (1ª Co 12: 30). La respuesta implícita es no.' o Algunos han
argumentado que aquí Pablo solamente indica que no todos hablan en lenguas públicamente,
pero que quizá habría admitido que todos pueden hablar en lenguas en privado.
Pero esta distinción parece no convincente y ajena al contexto.
Pablo
no especifica que no todos hablan en lenguas públicamente o en la iglesia, sino
simplemente dice que no todos hablan en lenguas. Su pregunta siguiente es:
«¿Acaso interpretan todos?» (v. 30). Sus dos preguntas anteriores fueron:
«¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones para sanar enfermos?» (vv. 29-30).
¿Estaríamos
dispuestos a formular los mismos argumentos sobre estos dones-que no todos
interpretan lenguas públicamente, pero que todos los cristianos son capaces de
hacerlo en privado? ¿ü que no todos hacen milagros públicamente, pero que todos
son capaces de hacerlos en privado? Esa distinción parece injustificada según
el contexto en cada caso.
En la
actualidad, el deseo de decir que todo cristiano puede hablar en lenguas (aun
cuando Pablo dice que no todos hablan en lenguas) está probablemente motivado
en la mayoría de los casos por una previa interpretación doctrinal que ve el
bautismo en el Espíritu Santo como una experiencia que sigue a la conversión, y
considera el hablar en lenguas como una señal inicial de haber recibido el
bautismo en el Espíritu Santo."
Pero
hay serios cuestionamientos que se mantienen sobre esta posición doctrinal
(como se explicó en el capítulo 39). Parece mejor considerar que 1ª Corintios
12: 30 quiere decir lo que dice: no todos hablan en lenguas. El don de
lenguas-exactamente como cualquier otro don-no lo da el Espíritu Santo a todo
cristiano que lo busca. Los reparte «a cada uno según él lo determina» (1ª Co
12: 11).
Sin
embargo, no hay nada en la Escritura que diga que solo unos pocos recibirán el
don de hablar en lenguas, y como se trata de un don que Pablo considera que es
útil y edifica en la oración y la adoración (a nivel personal si bien no en la
iglesia), no sería sorprendente si el Espíritu Santo llevó a cabo una amplia
distribución de este don y muchos cristianos de hecho lo recibieron."
H. ¡QUÉ ACERCA DEL PELIGRO DE
UNA FALSIFICACIÓN DEMONÍACA?
A
veces los cristianos han tenido temor de hablar en lenguas, preguntándose si
hablar algo que no comprenden puede llevarlos a hablar blasfemias contra Dios o
a decir algo inspirado por un demonio en vez del Espíritu Santo.
Primero,
debe decirse que esto no preocupa a Pablo, aun en la ciudad de Corinto donde
muchos antes adoraban en un templo pagano, y donde Pablo había dicho claramente
que «cuando ellos hacen sacrificios, lo hacen para los demonios, no para Dios»
(1ª Co 10: 20). Pese a ello, Pablo dice: «Yo quisiera que todos ustedes
hablaran en lenguas» (1ª Co 14: 5). Él no hace advertencia alguna de que deben
cuidarse de una falsificación demoníaca o aun pensar que esto sería una
posibilidad cuando utilizaran este don.
La
razón teológica que subyace a la recomendación de Pablo en este punto es el
hecho que el Espíritu Santo está obrando poderosamente en la vida de los
creyentes. Pablo dice: «Por eso les advierto que nadie que esté hablando por el
Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; ni nadie puede decir: (Jesús es el
Señor) sino el Espíritu Santo (1ª Co 12: 3). Aquí Pablo le asegura a los
corintios que si hablan por el poder del Espíritu Santo que obra dentro de
ellos, no dirán: «¡Maldito sea Jesús!»
Al
presentarse como lo hace el principio de la discusión de los dones
espirituales, 1ª Corintios 12: 3 intentaba funcionar como una confirmación a
los corintios que podrían haber sospechado de algunos cristianos que procedían
de un trasfondo de adoración a los demonios en los templos de Corinto.
¿Podría
esta influencia demoníaca todavía afectar su uso de un don espiritual? Pablo
sienta la norma básica de que aquellos que profesan genuinamente la fe de que
(Jesús es el Señor) lo hacen por el Espíritu Santo que obra en ellos, y que
ninguno que habla por el poder del Espíritu Santo proferirá nunca una blasfemia
o una maldición contra Jesús." Este temor, entonces, no es uno que parecía
preocupar a Pablo. Él simplemente anima a los creyentes a orar en lenguas y
dice que si lo hicieran estarían edificándose a sí mismos.
NOTA: Marcos 16: 17 se usa a veces para reclamar
que todos los cristianos pueden hablar en lenguas: «Estas señales acompañarán a
los que crean: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán en nuevas lenguas»,
Pero en respuesta a este versículo debe notarse:
(1) Que el versículo probablemente no formaba parte
originalmente del evangelio de Marcos, ya que muchos manuscritos tempranos y
muy confiables no incluyen Marcos 16: 9-20, y su estatus dudoso significa que
es una base precaria sobre la cual fundar una doctrina.
(2) Que aun cuando no sea parte de la Escritura,
por supuesto da testimonio de una muy temprana tradición en la historia de la
iglesia, pero aun en este caso, no afirma que todos los creyentes hablarán en
lenguas: la frase que sigue inmediatamente dice: «tomarán en sus manos
serpientes» (v. 18), algo que ningún intérprete responsable diría que debe ser
cierto en el caso de todo cristiano; y:
(3) Que en este pasaje no establece ninguna
conexión entre hablar en lenguas y el bautismo en el Espíritu Santo.
54En este punto se puede objetar que hablar en
lenguas no es un discurso facultado por el Espíritu Santo, sino un discurso que
viene del propio espíritu humano del que habla. Pero Pablo claramente considera
todos estos dones espirituales como facultados en general por el Espíritu
Santo, aun aquellos en los que se manifiesta plenamente la personalidad humana.
Esto sería así en el caso de maestros y
administradores, así como de aquellos que hablan en lenguas. En cada uno de
estos casos el agente activo en la realización de la actividad es el cristiano
que tiene el don particular y lo utiliza, pero aún así todos esos son
facultados por el Espíritu en su funcionamiento, y ello sería cierto también
para el don de lenguas.
55También relevante en este punto es la seguridad
que Juan da a sus lectores, en el contexto de los espíritus demoniacos
esparcidos por el mundo: «El que está en ustedes es más poderoso que el que
está en el mundo» (1ª Jn 4: 4).
I ¿ESTÁ ROMANOS 8:26-27
RELACIONADO CON EL HABLAR EN LENGUAS?
Pablo
escribe en Romanos 8: 26 27:
Así Mismo, En Nuestra Debilidad El Espíritu Acude A Ayudamos. No Sabemos
Qué Pedir, Pero El Espíritu Mismo Intercede Por Nosotros Con Gemidos Que No
Pueden Expresarse Con Palabras. Y Dios, Que Examina Los Corazones, Sabe Cuál Es
La Intención Del Espíritu, Porque El Espíritu Intercede Por Los Creyentes
Conforme A La Voluntad De Dios.
Pablo
no menciona aquí explícitamente el hablar en lenguas, y la declaración
concierne en general a la vida de todos los cristianos, así que no parece
correcto decir que Pablo se refiere aquí al hablar en lenguas. Se refiere a una
experiencia más general que ocurre en la vida de oración de cada cristiano.
¿Pero
de qué habla exactamente? Algunos han pensado que se refiere a una actividad
intercesora completamente imperceptible para nosotros, en la que el Espíritu
Santo intercede por nosotros con suspiros y gemidos dirigidos al Padre. De
acuerdo con este punto de vista, ese trabajo intercesor del Espíritu sigue
adelante continuamente, pero no tenemos idea de que ello sucede (excepto por el
hecho de que la Escritura nos lo dice). De esa manera, esto sería similar a la
obra intercesora de Cristo mencionada en Romanos 8:34 y Hebreos 7: 25.
NOTA: Algunos populares libros han ofrecido
anécdotas de cristianos que dicen hablaron en lenguas durante un tiempo y
entonces encontraron que había un demonio dentro de ellos que facultaba este
discurso, y el demonio fue expulsado. (Vea, por ejemplo, C. Fred
Dickason, Demon Posession and the Christian [Westchester, III. Crossway, 1987], pp.
126-27; 188-91; 193-97.) Pero esto es justo otro ejemplo de un caso en que la
experiencia debe ser estar sujeta a la Escritura y probada por la Escritura, y
la enseñanza de la Escritura no debe estar sujeta a la experiencia.
Debemos tener cuidado de no dejar que tales
reportes de experiencias nos hagan adoptar una posición diferente sobre este
punto al de la propia Escritura. Específicamente, si 1ª Corintios 12-14 ve las
lenguas como un buen don del Espíritu Santo valioso para edificación y el bien
de la iglesia, y si Pablo dice: «Yo quisiera que todos ustedes hablaran en
lenguas» (1ª Co 14:5) entonces las interpretaciones de experiencias
contemporáneas que, en efecto, dicen: «Quiero que todos ustedes tengan temor de
las lenguas», contradicen el énfasis del Nuevo Testamento. (Note la cita de
Dickason de Kurt Koch: «Buscar este don para nosotros mismos puede ser una
experiencia muy peligrosa» [p. 127].). Esta no es exactamente la perspectiva de
Pablo en el Nuevo Testamento.
Estoy consciente que Dickason sustenta un punto de
vista cesacionista con respecto a hablar en lenguas hoy (vea p. 189: «Le dije
que dudaba hubiera hoy algunas genuinas lenguas de Dios en el sentido del Nuevo
Testamento»). Por lo tanto, desde esta perspectiva, no sujeta la Escritura a la
experiencia, pero ve estas experiencias como que confirman su comprensión de la
Escritura. (He discutido la posición cesacionista en el capítulo 52, pp.
1087-1104.)
Existe la posibilidad de una falsificación
demoniaca de todo don en la vida de los incrédulos (vea Mt 7: 22; también el
capítulo 17, pp. 385-86, sobre los falsos milagros). Por lo tanto, el hecho de
que haya algún tipo de «hablar en lenguas» en las religiones paganas no debe
sorprendemos o llevamos a pensar que todo hablar en lenguas es falso. Pero en
la vida de los creyentes, especialmente cuando hay un fruto positivo en sus
vidas y frutos positivos de sus dones, 1ª Co 12: 3, 1ª Jn 4: 4; y Mr 7: 16-20
nos dicen que no hay dones falsos sino dones verdaderos de Dios. Debemos
recordar que Satanás y los demonios no hacen el bien; ellos hacen el mal; y no
traen bendiciones, traen destrucción. (Vea también la promesa de Jesús en Lc
11: 11-13.)
(Neil T. Anderson, en The Bondage Breaker [Eugene,
Oreg.: Harvest House, 1990), pp. 159-60, relata la historia de un hombre que
era aparentemente un cristiano y que tenía un falso don de lenguas. Pero
Anderson anota que el don fue conferido al hombre «por falsos maestros» [p.
159) Y que este «don» trajo obvias consecuencias destructivas en la vida del
hombre. Estos factores, y no exactamente las palabras de un demonio como la
única prueba, dieron un claro indicio de la falsa naturaleza de ese supuesto
«don». A diferencia de Dickason, Anderson afirma que él no se opone al hablar
en lenguas; vea p. 160.)
Una explicación alternativa a estas historias
ofrecidas por Dickason es decir que los demonios que dijeron ellos eran
«espíritus de lenguas», y que vinieron cuando algunos carismáticos impusieron
las manos sobre los cristianos en cuestión, mentían. Satanás «es un mentiroso
el padre de la mentira» Gn 8: 44), y le gustaría que los cristianos sintieran
temor de tantos dones del Espíritu Santo como fuera posible.
Pero
esto no parece una explicación satisfactoria del pasaje, por varias razones:
(1) No parece probable que Pablo diría que la obra intercesora del Espíritu
Santo, que es el Dios infinito, omnipotente y omnisciente sería realizada con
«gemidos indecibles» (traducción literal de stenagmois alaletois en Romanos
8:26), especialmente cuando nos damos cuenta de que «gemidos» se refiere a
intensos suspiros de fatiga propios de criaturas desalentadas y abrumadas en un
mundo caído.
(2) Dentro del contexto más amplio los gemidos en cuestión parecen ser
aquellos debido a la carga de vivir en la malvada era presente (vea vv. 17,
18,23).
(3) El verbo «ayudar» en Romanos 8: 26 (en nuestra debilidad el Espíritu
acude a ayudamos») no se refiere a algo que el Espíritu Santo hace
independientemente de nosotros y a nuestro favor, sino más bien algo que el
Espíritu Santo hace en cooperación con nosotros.
El
verbo que Pablo utiliza aquí (sunantilambanomai) también se usa en Lucas 10:
40, donde Marta quiere que Jesús le diga a María que la «ayude» ciertamente ella
no quiere que prepare la comida en su lugar, sino más bien que venga y
participe con ella en su confección.58 Por lo tanto Pablo no habla de algo que
el Espíritu Santo hace con completa independencia de nuestra participación,
sino que el Espíritu Santo hace conjuntamente con nosotros.
Estas
razones se combinan para indicar que Pablo no habla sobre una obra que el
Espíritu Santo realiza aparte de nosotros y sin nuestro conocimiento, sino
sobre los suspiros y gemidos inarticulados que nosotros mismos proferimos en la
oración, los que entonces el Espíritu Santo convierte en intercesión efectiva
ante el trono de Dios. Podríamos parafrasear: «El Espíritu Santo acude en ayuda
de nuestras oraciones cuando intercede (por nosotros) al tomar nuestros gemidos
mudos y convertirlos en una oración efectiva»
¿Cuál
es la relación de esto y el hablar en lenguas? Ahí hay cierta similitud porque
una oración efectiva es la que oramos aun cuando no comprendamos completamente
lo que estamos orando. Pero hay algunas diferencias en el sentido de que los
suspiros y gemidos que emitimos en la oración se relacionan a menudo con
situaciones o dificultades de las que estamos muy conscientes en nuestras
mentes mientras oramos, así que sabemos sobre qué oramos.
Pero
Pablo dice que no sabemos cómo orar por estas situaciones tal cual debemos
orar. En consecuencia, el Espíritu Santo nos ayuda e intercede en estas
situaciones «conforme a la voluntad de Dios» (Ro 8: 27).
No hay
una mención explícita a nuestro espíritu orando (aun cuando de hecho eso puede
ser cierto también), ni hay una mención a nuestra mente como no fecunda o
carente de entendimiento (aunque eso puede ser en ocasiones cierto, por lo
menos en parte).
Tampoco
estos suspiros o gemidos se presentan como algo que podemos llamar «otras
lenguas» u «otros idiomas». Así que hay varias diferencias, aun cuando Romanos
8:26-27 habla sobre una intercesión que hacemos con sonidos que no comprendemos
completamente, y por lo tanto es un fenómeno que tiene algunas similitudes con
el hablar en lenguas.
NOTA: La palabra «gemidos» (stenagmos se usa en el
Nuevo Testamento solamente en Hechos 7:34, acerca de los gemidos de Israel bajo
la opresión de Egipto. Pero el verbo asociado stenaza se utiliza varias veces,
siempre en relación con criaturas finitas que gimen bajo el peso de esta
creación caída. En el contexto inmediatamente anterior stenazo se refiere a
nuestro gemir debido a que nuestra redención está incompleta (Ro 8: 23); una
palabra compuesta relacionada se usa en el v. 22 acerca de la propia creación).
El verbo también se utiliza en relación con
criaturas finitas que gimen bajo el peso de esta creación en Marcos 7: 34
(Jesús como hombre); 2ª Co 5: 2, 4 (creyentes que tienen un cuerpo terrenal
corruptible); Heb 13: 17 (líderes eclesiásticos que pueden estar tentados a
gemir bajo el peso del liderazgo de la iglesia); y Santiago 5:9 (una
advertencia a los cristianos de no quejarse unos de otros). Aunque el verbo se
utilizó una vez acerca de Jesús, quien se quejó mientras estaba bajo las
limitaciones de su existencia humana, no parece un término apropiado para
usarlo en relación con la actividad del Espíritu Santo, que no experimenta una
debilidad semejante pues nunca asumió una naturaleza humana.
Aunque la palabra no se usa en otros lugares del
Nuevo Testamento, su sentido también se transparenta por el prefijo su» (con»
que Pablo añade a una palabra de uso común para «ayuda».
Un punto de vista alternativo se halla en la útil
discusión de Douglas Moo, Romans* 1-8, pp. 559-63, quien (de forma indecisa)
entiende que los gemidos no son nuestros sino del Espíritu Santo.
F. PALABRA DE SABIDURÍA Y PALABRA DE CONOCIMIENTO PABLO ESCRIBE:
«A
unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo
Espíritu, palabra de conocimiento» (1ª Co 12: 8). Al comenzar esta discusión se
debe entender que estos dos dones no se mencionan en ningún otro lugar de la
Escritura: o y tampoco se ha encontrado en ninguna otra literatura cristiana
temprana fuera de la Biblia el uso de estas frases sobre algún don espiritual.
Esto
significa que la única información que tenemos sobre estos dones está contenida
en este versículo: tenemos las palabras utilizadas para describir estos dos dones,
y el contexto en que estas frases aparecen. Ningún intérprete en ninguna otra
parte tiene información adicional alguna que esta con la cual trabajar. Esto
nos advierte que nuestras conclusiones probablemente serán hasta cierto punto
tentativas en cualquier caso.
Las
más importantes alternativas para comprender estos dos dones son:
(1) Comúnmente se piensa que estos dos dones deben referirse a la capacidad
para recibir una revelación especial del Espíritu Santo y, sobre esa base,
proferir palabras que dan sabiduría en una situación determinada u ofrecen un
conocimiento específico sobre una situación en la vida de alguien presente en
la congregación. Según esta interpretación estos dones serían más «milagrosos»,
en el sentido que provocarían la admiración y el asombro entre las personas
presentes ya que no estarían basados en información ordinariamente disponible a
la persona que utiliza el don.
(2) La otra interpretación de estos dones los vería más como «menos
milagrosos» u ordinarios: la «palabra de sabiduría» simplemente significa la
capacidad de ofrecer una palabra sabia en distintas situaciones, y la «palabra
de conocimiento» es la capacidad de hablar con conocimiento acerca de una
situación.
En
ambos casos el conocimiento y la sabiduría no estarían basados en una
revelación especial dada espontáneamente por el Espíritu Santo sino basada en
sabiduría adquirida en el curso ordinario de la vida, el conocimiento y la
sabiduría que caracterizaría, por ejemplo, a los maestros de la Biblia o a los
ancianos y otros cristianos maduros en la iglesia. Estas serían potenciadas por
el Espíritu Santo y consecuentemente hechas efectivas cuando se las pronunció.
En
este sentido, ejemplos de «palabras de sabiduría» podrían hallarse en Hechos 6:
1-6 (el nombramiento de los primeros «diáconos» o asistentes de los apóstoles);
Hechos 6:1 0 (la sabiduría de Esteban al proclamar el evangelio); Hechos 15:
19-29 (la decisión del concilio de Jerusalén); y aun en la declaración de
Salomón: «Partan en dos al niño que está vivo, y denle una mitad a ésta y la
otra mitad a aquélla» (1 Reyes 3:25; vea también 1ª Co 6: 5-6).
NOTA: Por lo menos ningún otro lugar de la
Escritura llama algo una «palabra de sabiduría» o «palabra de conocimiento» o
usa esas frases de alguna otra manera.
Se
puede argüir a favor de la primera interpretación que todos los otros siete
dones relacionados en 1ª Corintios 12: 8-10 están en la categoría de
«milagrosos», y por lo tanto esos dos dones deben comprenderse de esa forma
también.
No
obstante, hay algunas consideraciones de peso contra este punto de vista:
(1) Los términos que Pablo utiliza «palabra» (logos, «sabiduría» (sophia),
y «conocimiento» (gnosis) no son vocablos especiales o técnicos, sino palabras
de uso común en el Nuevo Testamento griego. Son simplemente los vocablos que
ordinariamente se usan para «palabra» y «sabiduría» y «conocimiento».
Por
otra parte, no se utilizan por lo común para denotar acontecimientos milagrosos
(como en el caso, por ejemplo, de las palabras revelación y profecía, sino
simplemente son vocablos utilizados para designar la sabiduría y el
conocimiento humanos. Así que del significado de las propias palabras no parece
desprenderse ninguna alusión a un don milagroso.
(2) En el contexto de 1 Corintios 12:8, el propósito de Pablo en el
argumento parece inclinarse en contra de considerarlas como milagrosas. El
principal objetivo de Pablo en los versículos 8-10 es demostrar que no importa
qué tipo de don tenga una persona él o ella puede tener la seguridad que ese
don ha sido concedido por el Espíritu Santo. Pablo comienza la sección
diciendo: «A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien de
los demás», e inmediatamente continúa esta sección diciendo: «Todo esto lo hace
un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina» (vv.
7, 11).
Pero
si el propósito de Pablo en esta sección es mostrar que todo don del cristiano
lo da el Espíritu Santo, entonces ese propósito no sería bien servido solo
dando ejemplos de dones milagrosos. Si hizo eso, aquellos con dones que no son
milagrosos se sentirían excluidos del argumento y no se les persuadiría de que
sus dones estaban incluidos en el argumento de Pablo.
Lo que
aun es más importante, aquellos con dones milagrosos podrían mirar esta lista y
concluir que solo aquellos con dones milagros tenían realmente al Espíritu
Santo obrando en su interior a fin de potenciar esos dones. Esto podría
conducir a cierto tipo de elitismo en la congregación. Por consiguiente, parece
necesario que Pablo incluyera algunos dones que no son milagrosos en su lista
de 1 Corintios 12:8-10.
¿Pero
cuáles son los dones que no son milagrosos en esta lista?
Palabra
de sabiduría
Palabra
de conocimiento
Fe
Dones
para sanar enfermos
Milagros
Profecía
Discernir
entre espíritus
Lenguas
Interpretación
de lenguas
Todos
los demás dones parecen caer en la categoría de más «milagrosos» (con las
posibles excepciones de hablar en lenguas y quizá la fe). Pero ello haría casi
imprescindible que palabra de sabiduría y palabra de conocimiento no fueran
milagrosos a fin de garantizar que haya algunos dones que no son milagrosos en
la lista.
Esto
demostraría la sabiduría pastoral de Pablo al seleccionar ejemplos de
diferentes tipos de dones que se ejercitan en la congregación existente. Así
que debe haber algunos dones que no son milagrosos en la lista; y si hay
algunos, entonces estos son muy buenos candidatos.
(3) Probablemente la consideración más decisiva es el hecho de que el Nuevo
Testamento ya tiene un término para describir la acción de recibir una
revelación especial del Espíritu Santo y comunicarla a la congregación. Pablo
llama a esto «profecía». Como discute la profecía con bastante extensión, la
describe y la regula, ahora podemos saber con claridad lo que era la profecía.
Pero
decir que estos otros dones funcionaban exactamente de la misma manera
(difiriendo quizá solo en el contenido) no parece justificado por nada en el
texto que no sea la noción preconcebida de lo que deben ser estos dones.
Por lo
tanto parecería preferible considerar estos como una modalidad «no-milagrosa»,
simplemente como la capacidad de hablar con sabiduría o con conocimiento en
distintas situaciones. Lo que mucha gente hoy llama «palabra de sabiduría» y
«palabra de conocimiento» en los círculos carismáticos, sería mejor referirse a
ello como (profecía).
G. DISTINGUIR ENTRE ESPÍRITUS Y LA GUERRA ESPIRITUAL
El don
de distinguir entre espíritus es un don que se menciona una sola vez en el
Nuevo Testamento (en la lista de 1ª Co 12: 10), pero la naturaleza de este don
lo vincula con cierto número de otros pasajes que describen la guerra
espiritual que tiene lugar entre los cristianos y los espíritus demoníacos.
Podemos definir el don de distinguir entre espíritus como sigue: Distinguir
entre espíritus es la capacidad especial de reconocer la influencia del
Espíritu Santo o de espíritus demoníacos en una persona.
En la
perspectiva de la historia de la redención, este don también ofrece un anticipo
de la era por venir en la medida que es un anticipo de la capacidad para
reconocer a Satanás y su influencia, capacidad que se nos perfeccionará en el
cielo, cuando todo lo que está encubierto o escondido será revelado y puesto a
la luz (Mt 10:26; Ap 20: 11-15).
Esta
capacidad posiblemente es más fuerte que la poseída por la mayoría de los
creyentes en el viejo pacto, donde las menciones de la actividad demoníaca son
poco frecuentes, y donde los ataques demoníacos contra el pueblo de Dios
incluían más frecuentemente ataques militares de naciones incrédulas contra el
pueblo de Israel, o abiertas tentaciones para ir y servir a deidades paganas.
NOTA: Aun si la fe y las lenguas se consideran no
milagrosas, entonces tenemos una lista que es una mezcla de dones milagrosos y
no milagrosos, y entonces no hay motivo porqué palabra de sabiduría y palabra
de conocimiento no puedan ser consideradas también no milagrosas, especialmente
sobre la base del hecho que las palabras utilizadas para describirlas no
denotan ordinariamente eventos milagrosos.
De hecho, todo lo que los modernos pentecostales y
carismáticos llaman "palabras de conocimiento» y "palabras de
sabiduría» se ajustaría exactamente a la definición de profecía dada por Pablo,
y debe ser de hecho puesto bajo la sombrilla general de profecía. Esto tendría
la notable ventaja de hacer que el uso de este don esté sujeto a las normas de
Pablo para comprender y regular la profecía en la iglesia.
¿Sobrevendría algún daño de mantener la
medianamente común práctica de considerar las palabras de sabiduría y las
palabras de conocimiento como dones milagrosos que dependen de una revelación
especial de Dios? Un peligro inmediato podría ser que, en tanto lo que
actualmente ocurre fuera llamado «profecía» por Pablo, en algunos casos se le
llama ahora como algo diferente, y esto tiende a distanciarlo de las
regulaciones que da Pablo para la profecía en el Nuevo Testamento.
Si eso
podría llevar a un uso equivocado del don en algún momento futuro es imposible
de predecir. Pero más bien sí parece ser algo anómalo tener un don milagroso
que se utiliza muy ampliamente y que solo se menciona pero nunca se discute ni
se regula en todo el Nuevo Testamento.
Por
consiguiente la actividad demoníaca se percibía fundamentalmente a través de la
observación de acontecimientos físicos exteriores y circunstancias en las que
Satanás llevaba a cabo sus propósitos, y que podían distinguirse con claridad.
Este
don del Nuevo Testamento de distinguir entre espíritus incluye la capacidad de
diferenciar la presencia de espíritus malignos de la presencia de la obra del
Espíritu Santo en la vida de una persona. Pablo sabe que antes los corintios
«se dejaban arrastrar hacia ídolos mudos» (1ª Co 12: 2), y Juan se da cuenta
asimismo que los cristianos necesitan someter los espíritus «a prueba pera ver
si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas» (1ª Jn 4:
1).
Más
allá de esto, también es posible que el don incluya distinguir entre varios
tipos de espíritus malignos, tales como un espíritu de enfermedad (Lc 13: 11),
un espíritu de adivinación (Hch 16:16), un espíritu sordo y mudo (Mr 9: 15,29),
y un espíritu de engaño (1ª Jn 4: 6). Desde un punto de vista léxico y
gramatical no hay nada que nos impida entender que el don de «distinguir entre
espíritus» incluye también este tipo de capacidad.
Por
supuesto, en cierto grado la presencia de actividad demoníaca es externamente
evidente, a veces a partir de la manifestación abierta de falsas declaraciones
doctrinales (vea 1ª Co 12: 2-3; 1ª Jn 4: 1-6), ya veces mediante violentas y
extrañas acciones físicas, especialmente en presencia de la predicación
cristiana (vea Mr 1: 24; 9: 20; Mt 8: 29).
La
influencia de Satanás tiene características destructivas, y la persona
influenciada por un demonio tendrá una influencia destructiva sobre la iglesia
y otros a su alrededor, y también una influencia auto destructiva que daña la
vida del propio individuo perturbado.
Pero
además de estos indicios externos de la influencia demoníaca, probablemente hay
también una percepción más subjetiva que tiene lugar a nivel espiritual y
emocional, por medio de la cual se hace evidente la presencia de la actividad
demoníaca.
Cuando
esta está más desarrollada y es capaz de funcionar para beneficio de la iglesia
como un todo, entonces Pablo no duda en llamarla un don de distinguir entre
espíritus.
En
relación con el don de distinguir entre espíritus, la discusión de la guerra
espiritual sostenida arriba en el capítulo 20 (sobre Satanás y los demonios)
también es relevante.
NOTA: Para un muy extenso análisis gramatical y
lingüístico de esta frase, vea Wayne Grudem, (A Response to Gerhard Dautzenberg
sobre 1ª Co 12: 10), en Biblische Zeitschrift, N.F., 22: 2 (1978), pp. 253-70.
Por supuesto, ningún don es perfecto en ningún cristiano
en esta era (1ª Co 13: 9-10), y no debemos esperar que este don sea perfecto, o
que aquellos que lo poseen nunca cometan errores. sobre el hecho de que los
dones espirituales pueden variar en fuerza.
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. ¿Ha experimentado usted alguna vez un don de profecía tal como se
define en este capítulo? ¿Cómo lo ha llamado? Ha funcionado este don (o algo
parecido) en su iglesia? Si así fuera, ¿cuáles han sido los beneficios-y los
peligros? Si no, piensa que este don podría ser útil para su iglesia? (¿Por qué
sí o porqué no?)
2. ¿Funciona con efectividad el don de la enseñanza en su iglesia? ¿Quién
utiliza este don además del pastor o los ancianos? ¿Piensa usted que su iglesia
aprecia adecuadamente una sólida enseñanza de la Biblia? En qué áreas (si
alguna) piensa usted que su iglesia necesita crecer en su conocimiento y amor
por las enseñanzas de la Escritura?
3. ¿De los otros dones que se discuten en este capítulo, ¿ha utilizado
usted mismo alguno de ellos? ¿Hay alguno que piensa su iglesia necesita pero
que en este momento no posee? ¿Qué piensa sería lo mejor que puede hacer en
respuesta a esta necesidad?
TÉRMINOS ESPECIALES
Apóstol,
cesacionista, curar enfermos, distinguir entre espíritus, dones del Espíritu
Santo, dones milagrosos, dones no milagrosos, enseñanza, hablar en lenguas,
interpretación de lenguas, milagros, oficio, palabra de conocimiento, palabra
de sabiduría, profecía.
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
1ª Corintios 12: 7-11: A Cada Uno Se Le Da Una Manifestación Especial
Del Espíritu Para El Bien De Los Demás. A Unos Dios Les Da Por El Espíritu
Palabra De Sabiduría; A Otros, Por El Mismo Espíritu, Palabra De Conocimiento;
A Otros, Fe Por Medio Del Mismo Espíritu; A Otros, Y Por Ese Mismo Espíritu,
Dones Para Sanar Enfermos; A Otros, Poderes Milagrosos; A Otros Profecía; A
Otros, El Discernir Espíritus; A Otros, El Hablar En Lenguas; Y A Otros, El
Interpretar Lenguas. Todo Esto Lo Hace Un Mismo Y Único Espíritu, Quien Reparte
A Cada Uno Según Él Lo Determina.